Siempre converso con Cecilia sobre esos días fríos y de tenue lluvia en el Cuzco, días en los que es lindo quedarse en casa o, de repente, salir en el auto a dar un paseo por la ciudad y ver como la Catedral y la Compañía de Jesús se van mojando y la Plaza de Armas adquiere un brillo de barniz natural y que si además teníamos suerte en esos paseos, podíamos atrapar la imagen de un arco iris y tal vez un poco de sol a través de esas nubes pesadamente grises; el olor a tierra mojada es siempre intenso y está grabado en nuestra memoria, será por eso que el Cuzco es, para nosotros, nuestro hogar.
Este año el frío fue particularmente intenso y, con sorpresa para nosotros, acompañado de algunas lluvias y hasta una fuerte nevada que nos llevó a dar una vuelta por la ciudad y llegar hasta Sacsayhuaman en compañía de mama Elena y de sus dos nietos; la explanada estaba cubierta de nieve y las imperecederas piedras tutelares daban un contraste en un escenario completo de la naturaleza y la expresión de nuestra cultura. Las fotos fueron imprescindibles y allí están para que las vean aquellos que nos sucedan.
Después de once años, Cecilia y yo - me olvidaba - también Javier y Franco, esperábamos la llegada de Sofía para el mes de setiembre, mes de la primavera. Ella nació, finalmente, el 24 de setiembre. Sofía es siempre un nombre que automáticamente nos lleva a su significado de sabiduría, hemos elegido ese nombre para nuestra hija porque ¿qué padres no desean que sus hijos tengan sabiduría hoy en día?. Sabiduría es lo que más le hace falta a las personas, aquella sabiduría que por encima de todas las cosas nos da prudencia en nuestros actos.
Mi hija nació, como no podía ser de otro modo, en el Cuzco, una ciudad con historia, llena de leyendas, mitos y biografías, admirada y persistentemente continua; ella crecerá en un ambiente de tradiciones cuzqueñas, de muchas fiestas religiosas, de procesiones, de bandas, de danzas y de reuniones familiares en fechas tradicionales; jugaremos al carnaval y comeremos el timpu, la llevaremos a la bendición del Tayta el lunes santo el próximo año (como lo hicimos con Javier y Franco), comerá empanadas de semana santa, rosquitas, suspiros, maicillos (espero que no se atore) y, de seguro, un guiso de duraznos; también la llevaremos al Corpus Christi, comerá el chiriuchu, un poco de chicha blanca, de repente gelatina de patas, chupará caña de azúcar, comerá muchas frutas, quizá le guste la achira; será criada con kiwicha, quinua, moraya, chuño, olluquito - con charqui eso sí -, la llevaré al mercado a tomar jugo (un especial); comeremos lechón, tamales y una huahua de pan; tomaremos desayunos con chocolate, nata pan huaro o chuta. Iremos al campo, haremos huatias, caminaremos por todos aquellos lugares de los que podemos estar orgullosos y en los que, con la bendición de Dios, aún se pueda respirar; seguro le contaré historias, le leeré cuentos e inventaré alguna historia para ver su asombro. Mi hija será cuzqueña hasta por los codos, heredera de familias asentadas en esta tierra del sol, compuesta de buenos hijos dignos de su madre. Mi hija tendrá una biografía que contar.
No sé si tu familia sea lo suficientemente buena para ti, que eres un angelito caído del cielo y prestadita por Dios nomás, en tú familia sentimos frío, alegría, tristeza, soledad, desaliento y alguna que otra falta de esperanza por allí, pero es la que esperó tu llegada con mucho amor y optimismo, es la familia que será tu primera escuelita.
Acabo de describirte, pequeña Sofía, la familia y el ambiente que te esperó y en el que ahora vives ya desde hace un mes; allí, en un lugar de la casa están los cajoncitos llenos de conjuntitos, gorritos, polquitos, camisetitas, mantitas, tetras y pañales de tela (nada que ver con los desechables, escaldan el popis, la colita como dicen los argentinos); allí también están el shampoo, el jabón, el talco de fécula de maíz, la toalla y la bañera; en un lugar preferente – al lado de mamá – está la cuna de madera que hizo el Tata y que cuidó el sueño de tus dos hermanos, cuna recién pintada, vestida con sábanas y colchita nuevas, bordadas con el hilo del tiempo y el amor de mamá, cuándo no. Te estuvimos esperado entre la alegría y la tensión natural de los avatares del nacimiento, estuvimos varias veces en el hospital para monitorear tus movimientos y latidos de tu corazón, temíamos complicaciones en tu nacimiento (mamá ya no está tan joven al igual que tu papá). Te cuento que cuando estaba yo en el hospital, atendieron una cesárea, salió primero el bebe y su padre, que estaba preocupado por la madre, salió a comprar un periódico porque le dijeron que había que esperar un poco hasta que saliera la madre, cuando de pronto una enfermera confundida me preguntó a mí, que estaba esperando que tu madre saliera de su control ¿es usted el padre de la cesárea? no, le dije, yo seré el padre de Sofía.
Bueno, llegaste el 24 de setiembre, no porque la naturaleza hablara sino porque ya estabas demasiado grande para un parto natural y sin riesgos, estuve allí el momento en que naciste y pude ver como una vez más Dios me sonríe, porque la vida es eso, todos los días una sonrisa de Dios y el milagro es, precisamente eso, la vida misma y lo maravilloso de ser y existir. Tu madre y yo te llamamos Sofía, con la aspiración de que llegues a tener la sabiduría necesaria para sobrevivir a los problemas de este mundo y a la rutina, pan de cada día, temas de los que bien habla esa Sofía que es Mafalda (la hija de Quino) y que espero entiendas, con o sin sopa, eso depende de ti. El mundo me preocupa mucho, como a Mafalda, a veces no lo entiendo pero comprendo sus problemas. Apenas he terminado de asumir la noticia de que en Rusia mataron a muchos niños, no entiendo como algo así puede suceder, ese será el mundo que deberemos cambiar Sofía, espero se pueda. Alguien me preguntó, como de cliché ¿qué quisieras que sea tu hija?, yo respondí de modo claro y convencido: MUJER, quiero y deseo que sea una mujer, que no asuma ningún feminismo de aquellos que consiste en parecerse cada vez más a los hombres, quiero que sea una mujer conciente de sí, que se asuma con la naturaleza que Dios le ha dado, que sea sincera, coherente, de principios, inteligente y con una capacidad inmensa de amar (espero que alguien esté criando un niño aspirando a que sea un hombre, sólo lo digo para que este mundo guarde equilibrio no más). Espero que mi hija Sofía pueda algún día decir y suscribir lo que leí escribió Rosa Montero: “Porque uno siempre es inocente cuando ama, siempre regresa a la misma edad emocional, al umbral de la eterna adolescencia. Pura y hermosa fui porque deseé y me desearon. El amor es una mentira, pero funciona”.
Escribo esta Carta a Sofía, como una oración para que ojalá algún día todos los niños vengan esperados por una familia y sean realmente el producto de una familia, que es aquella primera escuelita que debiéramos vivir hasta el cansancio, donde el juego sea lo único serio que haga un niño con las reglas del amor. Bueno Sofía, como dicen mis amigos de Sui Generis “... quizá porque no soy de la nobleza pueda nombrarte mi Reina y Princesa y hacerte coronas de papel de cigarrillo”.
Este año el frío fue particularmente intenso y, con sorpresa para nosotros, acompañado de algunas lluvias y hasta una fuerte nevada que nos llevó a dar una vuelta por la ciudad y llegar hasta Sacsayhuaman en compañía de mama Elena y de sus dos nietos; la explanada estaba cubierta de nieve y las imperecederas piedras tutelares daban un contraste en un escenario completo de la naturaleza y la expresión de nuestra cultura. Las fotos fueron imprescindibles y allí están para que las vean aquellos que nos sucedan.
Después de once años, Cecilia y yo - me olvidaba - también Javier y Franco, esperábamos la llegada de Sofía para el mes de setiembre, mes de la primavera. Ella nació, finalmente, el 24 de setiembre. Sofía es siempre un nombre que automáticamente nos lleva a su significado de sabiduría, hemos elegido ese nombre para nuestra hija porque ¿qué padres no desean que sus hijos tengan sabiduría hoy en día?. Sabiduría es lo que más le hace falta a las personas, aquella sabiduría que por encima de todas las cosas nos da prudencia en nuestros actos.
Mi hija nació, como no podía ser de otro modo, en el Cuzco, una ciudad con historia, llena de leyendas, mitos y biografías, admirada y persistentemente continua; ella crecerá en un ambiente de tradiciones cuzqueñas, de muchas fiestas religiosas, de procesiones, de bandas, de danzas y de reuniones familiares en fechas tradicionales; jugaremos al carnaval y comeremos el timpu, la llevaremos a la bendición del Tayta el lunes santo el próximo año (como lo hicimos con Javier y Franco), comerá empanadas de semana santa, rosquitas, suspiros, maicillos (espero que no se atore) y, de seguro, un guiso de duraznos; también la llevaremos al Corpus Christi, comerá el chiriuchu, un poco de chicha blanca, de repente gelatina de patas, chupará caña de azúcar, comerá muchas frutas, quizá le guste la achira; será criada con kiwicha, quinua, moraya, chuño, olluquito - con charqui eso sí -, la llevaré al mercado a tomar jugo (un especial); comeremos lechón, tamales y una huahua de pan; tomaremos desayunos con chocolate, nata pan huaro o chuta. Iremos al campo, haremos huatias, caminaremos por todos aquellos lugares de los que podemos estar orgullosos y en los que, con la bendición de Dios, aún se pueda respirar; seguro le contaré historias, le leeré cuentos e inventaré alguna historia para ver su asombro. Mi hija será cuzqueña hasta por los codos, heredera de familias asentadas en esta tierra del sol, compuesta de buenos hijos dignos de su madre. Mi hija tendrá una biografía que contar.
No sé si tu familia sea lo suficientemente buena para ti, que eres un angelito caído del cielo y prestadita por Dios nomás, en tú familia sentimos frío, alegría, tristeza, soledad, desaliento y alguna que otra falta de esperanza por allí, pero es la que esperó tu llegada con mucho amor y optimismo, es la familia que será tu primera escuelita.
Acabo de describirte, pequeña Sofía, la familia y el ambiente que te esperó y en el que ahora vives ya desde hace un mes; allí, en un lugar de la casa están los cajoncitos llenos de conjuntitos, gorritos, polquitos, camisetitas, mantitas, tetras y pañales de tela (nada que ver con los desechables, escaldan el popis, la colita como dicen los argentinos); allí también están el shampoo, el jabón, el talco de fécula de maíz, la toalla y la bañera; en un lugar preferente – al lado de mamá – está la cuna de madera que hizo el Tata y que cuidó el sueño de tus dos hermanos, cuna recién pintada, vestida con sábanas y colchita nuevas, bordadas con el hilo del tiempo y el amor de mamá, cuándo no. Te estuvimos esperado entre la alegría y la tensión natural de los avatares del nacimiento, estuvimos varias veces en el hospital para monitorear tus movimientos y latidos de tu corazón, temíamos complicaciones en tu nacimiento (mamá ya no está tan joven al igual que tu papá). Te cuento que cuando estaba yo en el hospital, atendieron una cesárea, salió primero el bebe y su padre, que estaba preocupado por la madre, salió a comprar un periódico porque le dijeron que había que esperar un poco hasta que saliera la madre, cuando de pronto una enfermera confundida me preguntó a mí, que estaba esperando que tu madre saliera de su control ¿es usted el padre de la cesárea? no, le dije, yo seré el padre de Sofía.
Bueno, llegaste el 24 de setiembre, no porque la naturaleza hablara sino porque ya estabas demasiado grande para un parto natural y sin riesgos, estuve allí el momento en que naciste y pude ver como una vez más Dios me sonríe, porque la vida es eso, todos los días una sonrisa de Dios y el milagro es, precisamente eso, la vida misma y lo maravilloso de ser y existir. Tu madre y yo te llamamos Sofía, con la aspiración de que llegues a tener la sabiduría necesaria para sobrevivir a los problemas de este mundo y a la rutina, pan de cada día, temas de los que bien habla esa Sofía que es Mafalda (la hija de Quino) y que espero entiendas, con o sin sopa, eso depende de ti. El mundo me preocupa mucho, como a Mafalda, a veces no lo entiendo pero comprendo sus problemas. Apenas he terminado de asumir la noticia de que en Rusia mataron a muchos niños, no entiendo como algo así puede suceder, ese será el mundo que deberemos cambiar Sofía, espero se pueda. Alguien me preguntó, como de cliché ¿qué quisieras que sea tu hija?, yo respondí de modo claro y convencido: MUJER, quiero y deseo que sea una mujer, que no asuma ningún feminismo de aquellos que consiste en parecerse cada vez más a los hombres, quiero que sea una mujer conciente de sí, que se asuma con la naturaleza que Dios le ha dado, que sea sincera, coherente, de principios, inteligente y con una capacidad inmensa de amar (espero que alguien esté criando un niño aspirando a que sea un hombre, sólo lo digo para que este mundo guarde equilibrio no más). Espero que mi hija Sofía pueda algún día decir y suscribir lo que leí escribió Rosa Montero: “Porque uno siempre es inocente cuando ama, siempre regresa a la misma edad emocional, al umbral de la eterna adolescencia. Pura y hermosa fui porque deseé y me desearon. El amor es una mentira, pero funciona”.
Escribo esta Carta a Sofía, como una oración para que ojalá algún día todos los niños vengan esperados por una familia y sean realmente el producto de una familia, que es aquella primera escuelita que debiéramos vivir hasta el cansancio, donde el juego sea lo único serio que haga un niño con las reglas del amor. Bueno Sofía, como dicen mis amigos de Sui Generis “... quizá porque no soy de la nobleza pueda nombrarte mi Reina y Princesa y hacerte coronas de papel de cigarrillo”.