jueves, 2 de julio de 2009

¿No había gatos en Hamelin?


Definitivamente los tiempos han cambiado, cuando era niño había que escuchar los cuentos de una persona mayor que o bien te los contaba, o bien te los leía de un libro; ahora, mi pequeña Sofía se sienta frente a la computadora, introduce un disco compacto y de pronto en la pantalla aparecen las imágenes y el audio de un cuento; ella me pide que la acompañe mientras ve y escucha el cuento varias veces.

Hace varios días que está encantada con el cuento “El Flautista de Hamelin”, lo ha leído, mejor dicho, lo ha escuchado y visto varias veces en la computadora; ella siente especial atracción por la tonada de la flauta que acompaña el audio de voz y las imágines; no sé exactamente lo que perciba del cuento, pero surgen muchas preguntas que no tarda en plantearme.

Como quiera que en Hamelin apareció una sobrepoblación de ratones que pusieron de vuelta y media a sus pobladores, y considerando que Sofía ha visto en varios dibujos animados a Jerry (gato) en persecución implacable y permanente al pobre de Tom (ratón), que grafican esa secular enemistad entre los gatos y los ratones sólo capaz de cesar por la intervención de nuestro Fray Martín, era natural que Sofía me pregunte, así de frente y sin preámbulos: “¿no había gatos en Hamelin?” y la pregunta es lógica, pues si los hubiese habido de seguro los ratones no hubiesen inundado Hamelin, - habrá pensado así Sofía.

Pero lo que llamó también la atención de Sofía y de manera más preocupante, fue el incumplimiento y las consecuencias del mismo que se dejan ver en el cuento. Papi ¿por qué el flautista se llevó a los niños? y la respuesta indirectamente se la da ella misma pero con otra pregunta, papi ¿Por qué el Alcalde no le pagó al Flautista?

Bueno, vamos por partes, como diría el inubicable Jack; pienso en cómo responder y no hallo mejor manera de hacerlo que buscando al profesor de derecho de obligaciones que soy para decirle a Sofía, en los términos más simples posibles las razones que llevaron al pueblo de Hamelin a incumplir su obligación con el Flautista.

Esta vez – pienso – antes de contestarle a Sofía que tanto la gente de Hamelin como su Alcalde se merecían mutuamente, porque en conjunto fueron quienes decidieron no pagar al Flautista y eso de que cada pueblo tiene el gobernante que se merece y que cada gobernante tiene el pueblo correspondiente ya no sólo es cuento sino una triste realidad y a veces hasta por triplicado ¿no coterráneos?

La invasión de ratones en Hamelin hicieron que su pobladores ya no pudiesen vivir tranquila, entonces surgió la necesidad de hacer algo al respecto y por eso se acudió a la autoridad del Alcalde para solucionar el problema, fue cuando alguien que conocía al Flautista sugirió contratarlo, y a cambio de un pago de dinero por sus servicios, asumió la obligación de llevarse a todos los ratones hacia el río para que se ahoguen, propósito que cumplió con la legítima expectativa de lograr el pago por sus servicios. Eso, Sofía, hoy en día se conoce como un contrato de locación de servicios.

Pero sucedió que una vez liberado el pueblo de Hamelin de la plaga de los ratones, luego del festejo y con el mal liderazgo de su Alcalde decidieron no pagar el servicio cumplido por el Flautista y, lo peor de todo, es que minimizaron el esfuerzo de éste. Entonces, Sofia, tanto el pueblo de Hamelin como su Alcalde incumplieron su obligación; algo así como no hacer la tarea y que comúnmente se conoce como la cultura del perro muerto.

Pienso ¿cuántos deudores hay en nuestra sociedad que no sólo no pagan por el servicio que se les ha prestado, sino que además tienden a minimizar el servicio mismo e incluso menospreciar a su acreedor y el servicio o trabajo prestado, originando tantos juicios en vano?.

Sofía, así como tú te preguntas si había gatos en Hamelin, yo me pregunto “¿no había jueces en Hamelin a los que el Flautista podía acudir para demandar el pago por su servicio? y si los había ¿esos jueces serían imparciales?”; será por eso que el flautista, que de seguro no era de Hamelin, no halló mejor manera que procurarse justicia por mano propia; entonces, tomó su flauta, la empezó a tocar y mientras el pueblo estuvo ocupado, se llevó encantados a todos los niños de Hamelin y ellos nunca más volvieron a sus hogares y dejaron sumidas a sus familias en la peor de las tristezas y el pueblo recriminó al Alcalde por el incumplimiento y se armó la del gran bonetón. El pueblo de Hamelin pagó caro su incumplimiento, pero de seguro cambiaron al Alcalde, si es que no lo lincharon, pues lo que dice el cuento es que lo amenazaron con el ostracismo. Alguien tenía que pagar el plato ¿no?

Creo que los niños de ahora no son como los de antes, pienso que si bien pueden interesarse en los viejos cuentos de historias simples, debe emplearse un buen tiempo en razonarlos y hacer girar preguntas en torno a la historia, sólo así cada cuento rejuvenecerá en cada niño que cada vez es más despierto que el anterior, ¿no Sofía?.

Sí Sofía, en Hamelin no había ni gatos que exterminen ratones, ni jueces que hagan justicia, pero lo que sí había en ese tiempo del cuento y en la realidad de nuestro tiempo, es el incumplimiento de las obligaciones, sino, preguntémosle a Caín o a los hermanos de José; esas conductas, Sofía, no son cuento pero quédate tranquila que a ti no te llevará el Flautista.