miércoles, 19 de julio de 2023

 

No me hagan caso

Fernando Murillo Flores

No soy ni más ni menos respecto a los otros, pero eso sí, la mediocridad no me une a esos otros, ni esa capacidad camaleónica de comportamiento políticamente correcto que los hace más.

Abro el portón de mi infancia; salgo al trabajo temprano, en ese afán religioso y científico en el que hace años me persigue de demostrar esa hipótesis de que a quien madruga Dios le ayuda; a dos cuadras la señora del quiosco, en el que de niño compré lo que los españoles llaman tebeos y que en familia les decíamos chistes, arregla los diarios, revistas y libros; en el camino, pago para que el lustrabotas haga su trabajo; también veo cómo esa pareja que tiene un carrito móvil de desayunos, le entrega a un mendigo un vasito con quinua y manzana y un sándwich de queso y pienso: aún hay esperanza, aunque la fe se va apagando.

Llego a mi trabajo, marco mi asistencia, abro la puerta de mi oficina, allí están Romeo y Julieta, enciendo la computadora, veo lo que me espera en audiencias, tomo del anaquel un expediente y me echo a andar entre folios, hasta que el día se agote sin terminar los problemas de ese costal llamado sociedad.

Vuelvo a casa, allí me esperan algunos libros pendientes, los voy leyendo como desde hace siempre; mañana volveré a abrir el portón, me olvide decir que cuando salgo a la calle me pongo los audífonos para escuchar canciones que hacen feliz mi andar; también olvide decir que nada cambio desde que empecé a trabajar donde trabajo, nada, absolutamente nada ha cambiado; eso de trabajar en un vano oficio, ya me está cansando o, tal vez ya estoy rendido que no es lo mismo, pero para efectos prácticos es igual, en todo caso moriré como los aristócratas romanos en batalla: de pie y aferrándome a mi lanza, firme y digno.

En soledad, ya estoy buscando dónde, sin ser general ni tener cuartel, afrontar cada día de los últimos que me quedan en el frío invierno de lo que será mi muerte, con la felicidad de vivir en paz varias primaveras y otoños, pues el verano no me gusta y lo ignoro, sin ser igual a todos y en algunos casos peor que muchos de esos que piensan que son superiores.

Javier, Franco y Sofía son personas que están en mi oración de vida, es de Dios que ellos estén bien, es de mí la responsabilidad que estén haciendo el bien, al menos no fui un fracaso, del todo, como padre, aunque en otros aspectos fui un desastre.    

Cumpliré 57 años… no me hagan caso, aunque sí en un deseo, no quiero soplar velas, quiero encenderlas por quienes me esperan luego del umbral de la muerte.

martes, 2 de mayo de 2023

Entre pavos reales y cancerberos laborales

Fernando Murillo Flores

He trabajado en algunas empresas de propiedad estatal y prestado servicios para algunas entidades del Estado; en todas ellas encontré una diversidad de personas trabajadoras con y sin cargos de dirección, así como muchos trabajadores que sienten orgullo de haberse superado y llegado a ocupar cargos de dirección y confianza en las organizaciones. Todo ello no es extraño, también, en organizaciones privadas.

En ese entorno, una constante, es encontrar trabajadores con una determinada conducta y comportamiento organizacional que dista mucho de la persona que se supone son o dicen ser, generando malestar en la organización, y la pregunta del por qué son así, es decir, cayendo en los lugares comunes del “qué se cree”; “se le ha subido el cargo” y “ya no pisa el suelo”.

Esos trabajadores se dan a conocer cada vez que, circunstancialmente, o por sus “méritos” o “elección” acceden a cargos de dirección, confianza y control; al día siguiente de asumir el cargo se tornan irreconocibles para quienes los conocieron en el llano; se comportan cual pavos reales, barbilla en alto y te miran de reojo y como gran favor te murmuran un saludo.

La raíz del problema, en todo caso, es el hogar y la familia en la que se han formado esas personas, si ello es así, no hay solución, salvo la fuerza de voluntad de la persona por superarse en lo personal y profesional, que no es lo mismo, sino las dos caras de una moneda.

Por lo general encontramos personas que se han superado profesionalmente y vienen, en verdad, como se dice, desde abajo, esa superación en gran medida es para demostrar y enrostrar a los demás, en cada actuación de su comportamiento organizacional dicha superación, pero ello no garantiza que hayan tenido el mismo cuidado en superarse como personas, pues el maltrato, la pobreza y la discriminación, cuando no, una serie de carencias materiales y afectivas, son muy difíciles de superar y esas son, precisamente, las que originan la conducta y comportamiento altisonante en las organizaciones de las que forman parte. Es el origen de los pavos reales laborales.

Esa ausencia de superación personal, no profesional, basada en un falso orgullo de superación, es la que ocasiona el maltrato de esas personas a sus subalternos, la falta de coherencia con sus pares y, sobre todo, el ansia por tener cargos de poder en la organización, al precio que fuese, pues a través ellos es que esas personas hallan un púlpito para un falso predicamento laboral.

Uno puede ser una buena persona, pero un mal profesional; una buena persona y un buen profesional; una mala persona y un buen profesional, pero también una mala persona y un mal profesional. En todo caso, es preferible lo primero y lo segundo, pues una buena persona siempre será una buena persona, y poco proclive a irse al mal, en cambio, lo tercero y cuarto es totalmente nefasto para las organizaciones en las que esas malas personas prestan sus servicios.

Una formación en familia, basada en la educación y en haber tenido lo básico, principalmente amor, cariño y respeto, son la base para una persona que luego será esencialmente humana, una persona que cuando tenga cualquier cargo de responsabilidad, lo ejerza con autoridad más no con el poder inherente al cargo, pues éste sin aquella, es de lejos un falso orgullo de superación, siendo la moneda corriente y diaria el maltrato a los colaboradores, quienes serán víctimas de órdenes sin razón, del maltrato a los inferiores. Ese es el origen de los cancerberos laborales.

Personas así, no han leído ni siquiera El Principito para saber que hay reyes poderosos, pero en algún lugar del universo los hay buenos, como se define uno de ellos cuando dice “soy un rey bueno porque mis órdenes son razonables” y lo razonable, así como la distinción de lo bueno de lo malo, vienen de casa.  

Es muy triste, pero cada vez hay más superados profesionalmente, de esos que se dicen vienen de abajo, sin ética, sin valores, sin principios, sin el hogar, sin el te amo, sin el te quiero, sin el por favor, sin el gracias, sin la humildad y la modestia que es necesaria siempre que uno gobierna personas; cada vez más son los profesionales poderosos, acopiadores de títulos y diplomas que no reflejan lo que son, pero que sí llenan formularios para puestos importantes, dejando atrás a las personas que debieran ser, para ser los pavos reales y cancerberos laborales que nunca dejarán de ser.

 

miércoles, 1 de marzo de 2023

Una letanía informe

 

Fernando Murillo Flores.

Realmente es tedioso escuchar, como letanía informe, esa frase vacía y sin sentido que pide para el Perú “una nueva Constitución”, aunque ciertamente es comprensible escucharla de quienes no puede explicar el porqué de tal pedido; pero alguien ha ido más lejos, propone que “hay que quemar la Constitución de 1993”, y ello no es comprensible sobre todo si quien lo propone ha sido un juez supremo e incluso presidente del Poder Judicial[1], todo ello con la vigencia de la Constitución de 1993.

Todo ciudadano peruano, sea o no autoridad pública o privada, tiene el deber y la obligación de cumplir la Constitución y las leyes de su país. Esa obligación es aún más exigible cuando se es autoridad o se tiene un determinado nivel de educación e instrucción.

Así, nuestra Constitución tiene dos importantes disposiciones:

Artículo 38.- Deberes para con la patria. Todos los peruanos tienen el deber de honrar al Perú y de proteger los intereses nacionales, así como de respetar, cumplir y defender la Constitución y el ordenamiento jurídico de la Nación.

Artículo 45.- Ejercicio del poder del Estado. El poder del Estado emana del pueblo. Quienes lo ejercen lo hacen con las limitaciones y responsabilidades que la Constitución y las leyes establecen.

Ninguna persona, organización, Fuerza Armada, Policía Nacional o sector de la población puede arrogarse el ejercicio de ese poder. Hacerlo constituye rebelión o sedición.

Un buen peruano, admitiendo que también existen malos, debe comportarse conforme a la Constitución que rige en el Perú y observar en todo momento su ordenamiento jurídico, si sólo eso hiciésemos los peruanos seríamos ejemplares, lo que nos falta, en esencia, es ser cabales cumplidores del concepto de ciudadanía, concepto que además deberían tener en claro los que gobiernan el país.

Al respecto, tengamos presente lo que dice Savater: “Ningún ciudadano está exento de acatar la Constitución, pero este respeto debe exigirse mucho más a quienes ocupan puestos de autoridad y también a los que gozan de mayores privilegios sociales o más reconocimiento público: si ellos, los más directos beneficiarios de la Magna Carta, no dan ejemplo de respeto a las reglas del juego será difícil que se lo exijan a quienes padecen los aspectos menos favorables de una sociedad…[2]

Si un peruano no está de acuerdo con su Constitución, ni con su ordenamiento jurídico, bien haría en mantener ese desacuerdo como un ciudadano sin cargo público, pues tenerlo implica no sólo la obligación de observar lo establecido en el artículo 38 de la Constitución, sino también lo establecido en su artículo 48, y si tuvo un cargo público y ahora ya no lo tiene, debería estar agradecido de haber formado parte del Estado, organizado conforme al orden constitucional vigente, y si luego de su experiencia quiere cambiar algo del orden establecido en función de su experiencia, debe proponer hacerlo dentro del cauce constitucional y no mediante una posición piromaníaca.

Creo que hay un refrán que dice: “no muerdas la mano de quien te da de comer” y ello podría ser un mandato moral mientras se dependa de alguien (el Estado) y que muy bien podría ser una conveniencia mientras uno se alimenta de ese alguien, como parece ser el caso, pues bien que se alimentó, vistió y gozó de privilegios; la extensión de ese refrán también aplicaría al pasado “no muerdas la mano de quien te dio de comer” pero ello implicaría “ser agradecido” cosa que no muchos son, pues pocos saben lo que implica eso de que la “nobleza obliga

Si un peruano no está de acuerdo con su Constitución, es difícil comprender cómo puede estar en un puesto público del Estado peruano y vivir de él; sería más comprensible que no forme parte del Estado y, por el contrario, mediante los mecanismos de la democracia, y respetándolos, no hay otra manera, forme o conforme un movimiento ideológico y doctrinario para llegar al poder democráticamente y ejercerlo, y si lo logra, ejercerlo como corresponde, con respeto irrestricto de los derechos a la vida, a la libertad, a la igualdad y a la dignidad de las personas, derechos que, de antemano, implican descartar toda forma de autoritarismo o totalitarismo.

¿Alguien en su sano juicio puede pensar que el Perú necesita la Constitución número trece en su historia?, la verdad es que quienes repiten esa letanía, aunque algo de juicio tengan, ignoran nuestra historia, pues si acaso la conociesen sabrían que algunas de las anteriores sino fueron producto de revueltas y movilizaciones violentas, al menos estuvieron precedidas de ellas, y en las que incluso hubo más muertes que las que ahora lamentamos, y que solo sirvieron para demostrarnos algo que sí es un hecho histórico, que hemos elegido mal a los gobernantes y que peligrosamente se está escribiendo una verdad en la piedra de nuestro pasado y presente: cualquiera es Presidente del Perú. Pero esa verdad nada tiene que ver con la Constitución, nada en absoluto.

Quienes pretenden cambiar la Constitución, parten de un supuesto errado, sienten, no lo piensan, que el texto constitucional o, al menos su parte económica, es la culpable de todos nuestros males, y es por ello que buscan que el Estado intervenga en la vida económica del Perú, más allá de lo que debe, siendo benefactor, participando empresarialmente y regulando precios, cuando ello atenta contra la libertad de trabajo y empresa, así como infructuosamente lidiar con el mercado que es el escenario de desenvolvimiento de la creatividad, del trabajo,  de la riqueza y del progreso.

Para Sartori, una Constitución no puede ser un programa de gobierno, no puede ser un documento en el que se consigne aspiraciones que no puedan ser alcanzadas “Las constituciones son “formas” que estructuran y disciplinan los procesos de toma de decisiones de los Estados. Las constituciones establecen la manera en que se crearán las normas; no deciden, ni deben decidir, qué debe ser establecido por las normas. Es decir, que las constituciones son, ante todo, procedimientos cuya intención es la de asegurar un ejercicio controlado del poder. Por tanto, y por el contrario, el contenido de las constituciones es y debe ser neutral. Una Constitución que se propone establecer políticas, es decir, de contenido político, desplaza a la voluntad popular y hace a un lado a las instituciones que toman las decisiones políticas (el Parlamento y los gobiernos), a los que se les reserva constitucionalmente el poder de decidir las políticas.[3]

La Constitución peruana puede ser mejorada, qué duda cabe, pero para ello está el camino constitucional de su reforma, mediante los mecanismos que la misma Constitución establece; no es camino correcto propender su cambio utilizando para ello la insatisfacción que existe en la población peruana, que es efecto inmediato de los malos gobiernos que hemos elegido y en la desatención de aquellos servicios básicos a cargo del Estado, como son el de salud, educación, infraestructura y seguridad, que muy bien pueden ser satisfechos con una buena administración de los ingresos que tiene el Estado, pero ello, lo volvemos a repetir, es responsabilidad de los gobiernos, no de la Constitución.

No es, para nada ético, que quien tuvo la oportunidad constitucional de ser presidente del Poder Judicial, no haya hecho uso, mientras lo fue, de la facultad de iniciativa legislativa, establecida en el artículo 107 de la Constitución para proponer cambiarla, al menos, en lo que corresponde al Sistema de Justicia, habiendo sido parte de él.

Ya es tiempo de pensar en el Perú como buenos peruanos, en lugar de proponer quemar una Constitución que, a esta altura de nuestra historia republicana, ya tiene 30 años y ha soportado estoicamente muchos momentos de tensión constitucional ocasionada sólo por la irresponsabilidad de malos gobernantes y malos gobiernos que no supieron administrar el poder, en función del interés general.    



[2] Savater. Fernando. Diccionario del ciudadano sin miedo a saber. La isla de Próspero. Ariel, 2007. p. 15

[3] Sartori. Giovanni. Ingeniería Constitucional. Fondo de Cultura Económica. Pág. 217

miércoles, 22 de febrero de 2023

Agradecimiento

Fernando Murillo Flores


Tengo 56 años, casi 20 como Magistrado del Poder Judicial, en la Corte Superior de Justicia del Cusco, y 12 años de ejercicio libre de la Abogacía. Entre al año 1992 y 1993 yo recién tenía 2 o 3 años de vida profesional como Abogado y prestaba mis servicios, por horas, al Sr. Carlos Suenaga Hironaka. En esa oportunidad conocí al Ing. Héctor Suenaga Pinillos, su padre, quien era entonces Presidente del Directorio de Industrial Cachimayo S.A. Él me confío, entre esos años, ser el Secretario del Directorio que presidía y Asesor Legal de esa empresa del Estado.

Entonces tenía 26 años, el Ing. Héctor Suenaga Pinillos, no sólo me otorgó su confianza, sino también una oportunidad de trabajo a través de la que se me abrió otra.

A mis hijos, Javier, que en ese momento tenía apenas 3 años; Franco y Sofía que aún no habían nacido, les digo que de esta forma expreso mi agradecimiento al Ing. Héctor Suenaga Pinillos, pues es bueno sepan que una parte del profesionalismo que en mí conocen, así como de la experiencia que hoy tengo, se la debo a él.

El día de hoy, con unos amigos comunes, visite al Ing. Héctor Suenaga Pinillos y me alegró poderlo abrazar a sus venerables 90 años y saber que él no cambió en lo absoluto, esencialmente continúa siendo la misma gran persona que conocí, y a quien siempre le estaré agradecido.

Cuzco, 22 de febrero de 2023.

lunes, 6 de febrero de 2023

Tratando de entender un comunicado

 

Fernando Murillo Flores

En principio dejo sentado que sé lo que es una Constitución, sé que en la Constitución se establecen las disposiciones sobre la sucesión del poder ejecutivo, para así evitar el vacío de poder. Actualmente es Presidenta del Perú, por la sucesión del poder establecida en la Constitución, quien formaba parte de la plancha presidencial del partido Perú Posible, como Vice Presidenta, que fue el que ganó las elecciones presidenciales el año 2021, para gobernar el Perú durante cinco años que esta también el período presidencial establecido constitucionalmente.

Constitucionalmente, dicha candidata a la Vice Presidencia y hoy Presidenta del Perú, debiera ejercer éste cargo hasta el 28 de julio de 2026, y así lo dijo cuando juró el cargo, luego que el Presidente Castillo Terrones fuera vacado en el cargo por haber expresado su voluntad de constituir su gobierno en uno de facto.

Sin embargo, la historia demuestra que un Presidente de la República, sin bancada en el Congreso, no puede gobernar el país, más si dicho presidente no pertenece a algún partido y si aquél al que pertenecía está desprestigiado. Leer la historia hubiese llevado a tomar la decisión, a la actual Presidenta, de hacer un gobierno de transición, proponiendo desde el inicio el adelanto de elecciones, no lo hizo y ahora estamos siendo atacados por quienes, desconociendo la sucesión presidencial establecida en la Constitución, piden la renuncia de la actual Presidenta, llamándola incluso usurpadora, mediante actos de violencia que tienen por objeto generar el terror en la población que no comparte las ideas ni tiene la posición de aquellos.

Entre esos actos terroristas esta la utilización de una estrategia de guerra: sitiar una ciudad. Actualmente el Cuzco está sitiado. Nuestra ciudad y su población, desde diciembre del año pasado ha sido víctima de actos de violencia delincuencial que generó el terror y el miedo y ahora esta sitiada. La actividad turística está literalmente muerta, la actividad económica directa o indirectamente vinculada al turismo está agonizando y, por sólo poner un ejemplo, la vía férrea que conduce a Machu Picchu, que es el destino turístico más importante del Perú, está seriamente dañada.

Como ciudadano, leo un comunicado de varias organizaciones que expresa:

 

1. Entendiendo la molestia del pueblo cusqueño, ante el desabastecimiento y a acaparamiento de bienes de primera necesidad, gas y combustible, causados por la necedad de unos cuantos enquistados en el poder, pedimos a la ciudadanía a no caer en el conflicto de pueblo contra pueblo y mas bien construir la máxima unidad posible para derrotar a la dictadura.”

Lo importante de este comunicado es que los organizadores de sitiar al Cuzco, reconocen que el pueblo cuzqueño ya está molesto por el efecto de su acción que origina el desabastecimiento de bienes de primera necesidad, y es por ello que le empiezan a temer al pueblo cuzqueño, por lo que tratan de indicar que la causa del desabastecimiento es porque unos cuantos se enquistaron en el poder.

Constitucionalmente hablando, no existe en el Perú alguna autoridad enquistada en el poder, sino autoridades democráticamente elegidas por un período determinado, que fueron colocadas en los cargos de Presidente y Congresistas, mediante el voto, y mediante el voto deben ser removidos de dichos cargos ¿Hasta cuándo el Perú vivirá pateando el tablero?.

 

“2. Informamos a la población en general que SE APERTURARAN, LOS FINES DE SEMANA, PASES DE REABASTECIENTO Y TRÁNSITO GENERAL EN TODA NUESTRA REGIÓN.”

Este segundo punto no es sino una demostración que el Cuzco está sitiado, sin duda, por quienes son el enemigo, pues sólo el enemigo es capaz de sitiar una ciudad y que cómo una concesión permitirá el libre tránsito para que la población se reabastezca, lo que alguna prensa ha denominado es una medida humanitaria. Humanitario es el respeto que en una guerra se tiene, por ejemplo, al accionar de la Cruz Roja o al cuerpo de médicos y camilleros del otro ejército. ¿es un acto humanitario que se permita el libre tránsito de personas por las vías públicas, en un Estado Constitucional de Derecho como es el Perú?

Existimos ciudadanos que tenemos derechos, entre ellos el de vivir en plena libertad y en paz. Existimos ciudadanos que creemos que la forma de cambiar autoridades es mediante el derecho al voto.

Ciudadanos así le tememos al totalitarismo que empieza por no respetar nuestros derechos; le tememos a quienes piensan que todos podemos ser obligados, sitiando nuestra ciudad por ejemplo, a pensar como ellos, es decir, a negar elecciones, a negar a las autoridades democráticamente elegidas, a crear estados de crisis para aparentar la necesidad de un cambio de la Constitución, cuando la única lección posible es que debemos elegir bien para no emitir el voto y luego esconder la mano con la que la depositamos en el ánfora.


sábado, 4 de febrero de 2023

Así de simple

 

Fernando Murillo Flores

Desde antiguo, sitiar una ciudad o fortaleza es una táctica de guerra; sitiar una ciudad significa impedir que se salga de ella y que a ella no ingresen personas ni suministros elementales para la vida de quienes la habitan, la finalidad inmediata de sitiar una ciudad es que en ella escaseen el agua, los alimentos y otros bienes necesarios para la vida y la mediata que la población de la ciudad sitiada entre en desesperación, quede anulada su capacidad de decisión y determinación y así se rinda ante el enemigo, pues sólo el enemigo es capaz de sitiar una ciudad.

El Cuzco está sitiado, el enemigo impide que ingresen alimentos, gasolina y gas. ¿Quién es el enemigo?

El enemigo son quienes sin conocer la historia, la institucionalidad y mucho menos lo que es una Constitución y el sistema jurídico peruanos, siguen a un grupo oculto y anónimo que se valen de toda esa ignorancia para crear el caos, el desorden y el terror en quienes son peruanos de verdad, es decir, en aquellos que sabemos que el Perú es unitario, tiene una integridad territorial, una unidad de gobierno y autoridad, una forma de gobierno Republicana, con división de poderes y basada en la democracia, siendo sus valores supremos la vida, la libertad y la igualdad, forjado todo ello a través del tiempo, incluidas la época Inca y del Virreinato.

Los ciudadanos de la República del Perú, sabemos que una patria se construye, no se destruye; que un país se desarrolla, no se destruye; que un país rechaza la violencia y ama la paz; que un país es imperfecto, siempre, pero para eso está la democracia y sus reglas, mas no el caos, ni el desorden ni el terror para so pretexto de transformarlo, imponer un Estado que limite la libertad de sus ciudadanos.

Busco el diccionario de la Real Academia Española y encuentro la palabra terrorismo, y estas son sus acepciones: 1. Dominación por el terror. 2. Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror. 3. Actuación criminal de bandas organizadas, que, reiteradamente y por lo común de modo indiscriminado, pretende crear alarma con fines políticos.”

Quienes tienen sitiada mi ciudad, el Cuzco, son, en principio, el enemigo y terroristas. Basta de eufemismos. Si quienes creen que tomar Lima es una novedad, no saben que los terroristas de Sendero Luminoso lo intentaron y no lo lograron, principalmente porque en Lima también viven peruanos y, lo peor de todo, no saben que Lima fue hace mucho tiempo tomada y lo fue por todos los provincianos del Perú y que ahora son un sector importante que ejerce su libertad en su variante económica: la libertad de trabajo.

Sé que mi país tiene heridas históricas muy serias que aún lo desangran, pero la única forma de sanarlas es conociendo cabalmente su historia, solo una buena educación nos permitirá identificar el origen de esas heridas y elegir a quienes se comprometan a curarlas en desarrollo, paz, sin resentimientos ni rencor, rechazando elegir a quienes sólo ofrecen, con el terror, vivir de ellas y desangrarlo hasta que todos seamos iguales pero en la pobreza, la miseria y lo peor de todo: sin libertad. 

domingo, 4 de diciembre de 2022

¿Y aún nos preguntamos por qué estamos así?


Fernando Murillo Flores


Cuando uno lee la historia del Perú encuentra una constante: los cargos públicos, a todo nivel, se toman por asalto, mediante la violencia, el fraude o, finalmente, por la oscura intención de copamiento de intereses de un individuo o un grupo de estos que, generalmente, son comparsa de aquél que trama permanentemente el viejo oficio de lograr fines, sin importar los medios.

Esa lamentable constante se originó durante la colonia, durante el virreinato, cuando el cargo público era sinónimo de bienestar personal, antes que colectivo, al que había que llegar por cualquier medio. Los peruanos no sabemos el apostolado que está en el cargo público, pues solo se aprendió que el cargo público es un medio para el éxito que dan unas monedas.

Así tenemos una administración pública ejercida, a diario, con el pecado capital del buen funcionario o autoridad: ejercer el cargo en función de intereses particulares o de un grupo, y cuidando en todo momento de no perder aquello conseguido por cualquier medio, antes que por la intención y el norte del bien común.

La otra constante es la destrucción y el aniquilamiento del opositor, sobre todo si éste tiene una semilla de principios, honestidad, coherencia y capacidad. Esos personajes limitados a su honradez no tienen cabida y se les debe destruir o, al menos, dejarlos en el olvido para que la semilla no caiga en terreno fértil.

Es muy fácil convertir en presa a quienes no tienen principios, ni valores, a quienes, por una simple oferta de beneficios personales y difíciles de conseguir por propia capacidad, se les conquista para ser satélites de planetas sin vida, vacíos de contenido y de humanidad. Y, peor aún cuando eso se logra en nombre de aquello que en el Perú nunca tuvimos: una buena política, esa ausencia da lugar a lo más perverso: la real politik, de la que muchos se sienten orgullosos de ejercer.

Es muy fácil ser gregario, es muy fácil renunciar al ser individual, al pensamiento liberal, para dejar ser abrazado por el grupo, por la masa, ese grupo y masa que te despersonifica, que te hace perder tu singularidad, tu valor específico y hasta tu identidad.

Aquellos que de niños tuvieron una familia y amor verdaderos, así como ejemplos a seguir que los consolidó a toda prueba en principios y valores, nunca se sentirán cómodos en grupos gregarios a los que por intereses o temor te subsumen en el sopor del calor de la protección mediocre de quien por ser tuerto es rey. Qué pocos Juan Salvador Gaviota quedan en estos tiempos.

Ahora nos preguntamos por qué el Perú está como está, sencillamente está así porque lo único que vale es el interés personal y de grupo, mas no el interés general al que en todo momento debe consagrarse el buen funcionario o autoridad públicos, así como todas las personas cualquiera fuere su actividad en la sociedad.

En el Perú ya no se educa para trascender, sino para ser sencillamente intrascendente, por más cargo y privilegios que se tengan, o diplomas que digan que eres lo que en realidad no eres, pues esas son cadenas de una esclavitud permanente de mediocridad que siempre hará que se juegue a ser dios, así con minúscula, en un metro cuadrado.