Fernando
Murillo Flores
Recuerdo que la primera semana de febrero, en
Lima y ya de vacaciones, mi hijo Franco que es Médico me iba comentando todo
preocupado sobre la aparición de un virus en la lejana China, durante todo el
mes él me iba informando, cada vez más preocupado, que la epidemia no estaba
siendo contenida y que el virus había pasado las fronteras de ese lejano país;
llegó un momento en el que me dijo que tarde o temprano llegaría al Perú. La
verdad… no le creí.
Lamentablemente así fue, llegó al Perú el ya
famoso virus con corona y todo eso; en ese momento recordé a esa inocente niña Carol
Anne frente al televisor prendido y sin señal, volteando y diciéndonos a todos
los asombrados espectadores de Poltergeist: “ya están aquí…”
Ahora sabemos que antes de llegar al Perú el
viernes 6 de marzo, el virus ha puesto en serios aprietos a dos países del
primer mundo: España e Italia, dos países europeos, desarrollados, civilizados,
cultos y de una ciudadanía cívica ejemplar, respetuosa de la ley, según dicen.
Sus pueblos, con esas características, uno de los elementos del Estado según la
clásica doctrina, no hicieron caso de las disposiciones gubernamentales de
aislarse socialmente en casa para contener al ya famoso nuevo Corona Virus que
ya pululaba entre ellos.
Antes del Perú, el virus letal pasó por Brasil,
Argentina, Chile, Colombia y Ecuador; atento a la evolución de la epidemia a
nivel mundial, ahora ya una pandemia, el gobierno del Perú, el domingo 15 tomó
una decisión de Estado, inédita en su historia republicana. Esta decisión de
Estado, de seguridad de Estado más propiamente ¿no está siendo comprendida por
el pueblo peruano?
El Perú, a partir de la década de los años ´80,
conoció la declaración de los estados de emergencia justificados por la
violencia del terror en los que nos sumió sendero luminoso y el mrta (así con
minúsculas porque me da la gana); con esos dos virus sociales terroristas que
son capaces de engendrar quienes no entienden que el mal no puede transitarse
para llegar al bien, se nos hizo vivir estados de emergencia a los que
esperemos no volver jamás. Muchas veces también hemos presenciado declaraciones
de estados de emergencia a pedido de las mismas poblaciones cuando ésta se ven
golpeadas por los eventos de la naturaleza, como el que acabamos de presenciar
en Santa Teresa, La Convención, Cuzco. En otros casos también hubieron estados de
emergencia declarados ante convulsiones sociales.
El Estado de emergencia declarado el domingo 15
de marzo de 2020 no tiene nada que ver con la acción de unos mal nacidos, ni
con los hechos de la naturaleza y conflictos sociales, sino con una amenaza
invisible a nuestros sentidos, que si bien ahora los podemos explicar por el
avance de la ciencia, el asombro ante esa amenaza, estoy seguro, para muchos es
como el de esas gentes de las sociedades medievales que no entendían las pestes
que las asolaban de cuando en cuando Europa y la gente caía y caía, y de la que
incluso ni la nobleza se salvaba, así levantasen los puentes de sus castillos.
Debemos primero entender que el Estado peruano
es unitario, que es gobernado por un gobierno central y que estamos ante una
amenaza viral y letal para el pueblo del Perú, entre los que más vulnerables
son los adultos mayores, que son contagiados por personas adultas, jóvenes y
niños que son más resistentes al virus, pero que tarde o temprano lo padecerán,
todo ello en la cotidianidad de nuestras vidas, eso es lo peligroso.
En un primer momento el gobierno dictó recomendaciones
y suspendió las labores escolares por todo el mes de marzo de 2020, si la
lógica era evitar que nuestros niños y jóvenes no se contagien, muchos nos
preguntamos y qué fue de la suspensión de labores universitarias, si igual en
las universidades hay fuerte concentración de personas. Tímidamente los mismos
voceros del gobierno dijeron que la medida no abarcaba las universidades porque
ellas eran autónomas. Hasta cuando el Estado tendrá que asumir que la autonomía
universitaria hace de las universidades, respecto a él, entes autónomos e
independientes; que la ley les otorgue a las universidades autonomía, ello no
significa que sean un Estado dentro de otro Estado. Felizmente el tema volvió a
su cauce y el gobierno suspendió las actividades universitarias en una decisión
soberana, exenta de arbitrariedad dado el peligro a la salud pública que
amenazaba al pueblo peruano.
Cuando
el gobierno, dispuso el domingo 15 de marzo: “Declárese el Estado de Emergencia Nacional por el plazo de quince (15)
días calendario, y dispóngase el aislamiento social obligatorio (cuarentena),
por las graves circunstancias que afectan la vida de la Nación a consecuencia
del brote del COVID-19.” La primera pregunta fue ¿debemos ir a trabajar?
Para mí estuvo claro que no, pues el gobierno disponía el aislamiento social
obligatorio y en mi condición de ciudadano del Perú, debía acatar la ley, así
se los dije a todas las personas que me preguntaron: ¿debemos ir a trabajar?
El
lunes 16 de marzo, es decir, el primer día del aislamiento social obligatorio,
la mayoría de las personas siguieron haciendo su vida normal y muchos
empleadores ni se enteraron de la noticia y en lugar de tomar medidas
empresariales responsables, optaron por obligar a sus trabajadores a ir a
laborar, es decir, a incumplir la ley. Otros empleadores procedieron a
despedirlos. En fin.
Para
el virus, que todos los peruanos continuemos haciendo nuestra vida normalmente –
como lo hicieron los españoles e italianos desobedeciendo a sus gobiernos – es como
brindarles a esos bichos de m… autopistas para que lleguen fácilmente a su
destino y cumplan su objetivo: matarnos.
Ante
ese incumplimiento cívico de la disposición de aislamiento social obligatorio
que en metrópolis como Manhattan sus ciudadanos vienen haciéndolo sin necesidad
de una ley, pero sí con alta conciencia cívica, el gobierno peruano se vio
obligado a emitir otra disposición el miércoles 18 de marzo, precisando que: “Durante la vigencia del Estado de Emergencia
Nacional y la cuarentena, las personas únicamente pueden circular por las vías
de uso público para la prestación y acceso a los siguientes servicios y bienes
esenciales: (…)” enumerando los supuestos que habilitan – excepcionalmente –
transitar, pues los ciudadanos peruanos – fieles a su tradición colonial de
incumplir la ley – empezaron cada uno a formularse sus individuales
excepciones. Ojalá el virus sólo los atacase a ellos.
Pero adicionalmente el gobierno dispuso algo
más puntual: “(…) la inmovilización
social obligatoria de todas las personas en sus domicilios desde las 20.00 horas
hasta las 05.00 horas del día siguiente, excepto del personal estrictamente
necesario que participa en la prestación de los servicios de abastecimiento de
alimentos, salud, medicinas, la continuidad de los servicios de agua, saneamiento,
energía eléctrica, gas, combustibles, telecomunicaciones, limpieza y recojo de
residuos sólidos, servicios funerarios, y transporte de carga y mercancías y actividades
conexas, según lo estipulado por el Ministerio de Transportes y Comunicaciones.”
Esto se explica porque muchos ciudadanos peruanos continuaron haciendo su vida
nocturna normal, brindando las condiciones necesarias para que el virus llegue
fácilmente a su destino y cumplan su objetivo: matarnos (bis).
Si la vida del pueblo de un Estado está en
peligro, toda actividad que no sea la esencial para la sobrevivencia de cada
uno de sus miembros o personas debe suspenderse. Esta debería ser la divisa de
todo ciudadano peruano en este momento, dejando de lado el individualismo para
dar paso a la solidaridad. La desobediencia civil o falta de responsabilidad social
de cada uno de sus ciudadanos, le ha costado, a la fecha, más de 3,000 muertos
a Italia y casi 800 muertos a España, sin dejar de mencionar los miles de
contagiados que han hecho que colapsen sus sistemas sanitario.
Nosotros aunque un poco tarde, pero no tanto, y
que aún no tenemos un muerto, pero sí personas contagiadas (234), decidimos
acatar las disposiciones del gobierno (la ley) y mejorarlas con nuestro
comportamiento cívico, asumiendo la experiencia de aquellos países, seremos
capaces de contener la expansión del nuevo Coronavirus o Covid – 19.
El pueblo peruano, secularmente y por razones
que no caben explicarse en este momento, es siempre resistente a cumplir la
ley, pero ahora debe cumplirla por él mismo, por su vida. Esperemos que a
partir de esta experiencia asumamos la importancia de ser un pueblo cumplidor de
la ley y digno de un Estado que va a cumplir 200 años de vida, sin dejar de
pensar que aún tenemos muchos virus sociales que tenemos que vencer, pero por
ahora venzamos a este made in China.