Fernando
Murillo Flores
El día lunes 24 de febrero de
2020, el salón Machu Picchu de la Municipalidad Provincial del Cusco, fue
escenario de la presentación de una nueva edición de un clásico de la antropología mundial: “Los pastores de Paratía.” De la
autoría del antropólogo cuzqueño Jorge Aníbal Flores Ochoa (1935).
En la ceremonia hicieron uso
de la palabra, de parte de la Municipalidad Provincial del Cusco, su Alcalde,
el señor Ricardo Valderrama Fernández y su Gerente de Turismo, Cultura,
Educación y Deporte, el señor Alfredo O. Herrera Flores. El brindis de honor
estuvo a cargo del señor Víctor Boluarte Medina quien acogió la iniciativa de
la publicación. La presencia de estas autoridades no sólo realzó el acto, sino
que demostró que más allá de las vicisitudes personales e institucionales,
somos capaces de sacar adelante objetivos comunes en beneficio de la comunidad.
La nueva edición de “los
pastores de Paratía.” inaugura el denominado “Plan Municipal del Libro y la
Lectura 2017 – 2021 de la Municipalidad Provincial del Cusco”, entidad que la
editó a iniciativa de quien fue su coordinador editorial y encargado del
cuidado de la edición, el antropólogo, señor Rafael Warthon Calero; una revisión
de la calidad y pulcritud de la edición denota el prolijo con que se hizo, lo
que deriva de la admiración de su responsable por la obra del autor, por esto,
el agradecimiento sincero y eterno de toda la familia de Jorge Aníbal Flores
Ochoa. La edición es, en todo sentido, una edición homenaje al maestro.
Los comentarios del libro, en
la ceremonia, estuvieron a cargo de los antropólogos, señores Eldi Zulema
Flores Nájar y Jesús Washington Rozas Alvarez, ambos alumnos del autor y la
primera, su querida hija.
“Los pastores de Paratía.” es
el resultado de un trabajo de investigación de campo en el pueblo puneño de
Paratía del año de 1964, un trabajo etnográfico por excelencia que describe a
sus pobladores y su cultura de manera muy científica y escrupulosa.
En el libro el autor empieza
por ubicar geográficamente al poblado de Paratía, el mismo que se ubica por
encima de los 4,000 msnm. y describe las características de dicha puna,
señalando su orografía, fauna y flora, entre las que se destaca la champa pasto
y el rama pasto como fuente principal de alimentación de la alpaca, de la que
el autor dice: “a ella se debe en gran
parte la posibilidad del desarrollo social humano en estas alturas y muchos e
importantes aspectos culturales giran o están relacionados a la alpaca, su
cuidado y los productos que de ella se obtienen” (págs. 32 y 35).
Luego se describe al poblador
de Paratía, desde su nacimiento, vida y muerte, su alimentación, vivienda,
idioma, religión, para finalmente ocuparse de la parte central del estudio: el
pastoreo. El autor escribe: “La principal
propiedad en Paratía son los rebaños de auquénidos, de los que sacan todo lo
necesario para satisfacer sus necesidades básicas. No practican la cerámica
porque no dominan su técnica; no son agricultores, en parte porque el medio
ambiente es inapropiado para el cultivo y también porque su cultura está
encuadrada dentro de los lineamientos que condicionan el pastoreo. La pobreza
del suelo, las fuertes nevadas y heladas noches son lo menos propicias como
para permitir la siembra intensiva de plantas alimenticias. Para obtenerlas
debe acudir al intenso e interesante tráfico comercial con los pueblos
agrícolas, que de manera genérica denominan y conocen como los bajíos.” (p.
117).
Es por ello que el libro es
prolijo en detalles sobre la crianza de la alpaca por los pastores de Paratía,
siendo importante destacar que la cantidad de alpacas de propiedad de los
pastores constituyen su patrimonio e incluso la herencia: “Cuando nace un hijo, el padre destina algunas alpacas para el recién
llegado, reservándoselas a su nombre. Desde ese momento se comienza a hablar de
los animales de “X”. Las crías que nazcan dentro de ese pequeño hato van
incrementando su número, que recibe nuevos miembros con ocasión del bautizo
católico y, sobre todo, en el corte de los primeros cabellos, gracias a las
donaciones que efectúan los padrinos, que de este modo capitalizan la futura
propiedad del niño. El rebaño se le entrega cuando llega a la mayoría de edad y
contrae matrimonio. Por lo general los varones tienen más ganado que las
mujeres, porque se considera que ellas siempre se casarán y que su esposo es
quien debe tener un rebaño que permita criar una familia.” (p. 131)
La textilería está muy ligada,
según la investigación, a la ganadería, sobre la cual reside la capacidad de
comercio de los pastores de Paratía “Cuando
el jefe de familia considera que los tejidos almacenados son suficientes,
decide emprender viaje hacia las tierras de los agricultores, a fin de
comerciar los productos de la ganadería ya transformados por la artesanía
textil, con los granos y tubérculos que requerirán durante el año para
subsistir.” (p. 139)
Clásico, escribió Jorge Luis
Borges, “no es un libro (lo repito) que
necesariamente posee tales o cuales méritos; es un libro que las generaciones
de los hombres, urgidas por diversas razones, leen con previo fervor y con una
misteriosa lealtad” (en Otras inquisiciones). En el prólogo de ésta última
edición, Félix Palacios Ríos se pregunta
sobre Los pastores de Paratía “¿Qué
importancia este libro para ser considerado un clásico? Existen tres
condiciones necesarias. La primera, que constituya un aporte original al
desarrollo de la ciencia; la segunda que este aporte no se agote con el tiempo;
y la tercera, que sea un gozo su lectura” (p. 7). En estas dos
consideraciones sobre lo que es un clásico, existen muchas coincidencias.
Palacios Ríos, contestando la
pregunta que se formula nos dice: “La
obra de Flores Ochoa no sólo tiene valor por su aporte teórico, también ha
revelado para el mundo académico un tema etnológico desconocido, dando a
conocer desde entonces una inmensa gama de problemas que debían ser
investigados. No hay texto, artículo o reseña sobre pastoreo andino que no cite
a Los pastores de Paratía. Por ello Jorge A. Flores Ochoa es el único
antropólogo andino que proporciona un aporte sustancial al desarrollo de la
ciencia antropológica hasta el día de hoy.” (p. 8)
¿Por qué el autor hizo
etnografía en Paratía?, él nos dice: “Nuestro
primer interés se explica cuando se ve que existe cierta idea difundida y con
bastante aceptación, de que el pastoreo puro no existe y tal vez no existió en
América. Se lee y escucha que la economía andina es principalmente agrícola y
basada en el cultivo de la tierra, tanto en tiempos pre-colombinos como en los
actuales” (p. 151). Esa verdad fue refutada por Jorge Aníbal Flores Ochoa,
pues él explica: “Como se podrá
comprender ahora la información de Paratía puede adquirir valor teórico y
práctico para los Andes centrales que, a pesar de ser zona de interés y
estudio, no han sido examinados con la intención de observar otras realidades
que no sean las de “agricultura intensiva” o de “área de economía agrícola”. En
parte tal vez porque los pastores moran en ambientes que están a más de cuatro
mil metros de altura, y que han sido dejados de lado y en esta oportunidad, con
mucha ambición deseamos que esta omisión comience a ser considerada” (p.
153)
El autor, en un acto de
honestidad académica plantea, sobre la antigüedad del pastoreo alto andino tres
posibilidades, pero no se inclina por alguna de ellas, dejando abierto un
espacio para su investigación posterior, él abrió el camino para muchas líneas
de investigación a partir de la “introducción a su estudio” que hizo, pero él
nos dice: “sabemos que en la costa se
hallan tejidos de lana de alpacas que corresponden a períodos anteriores al
inca, y la lana probablemente fue llevada por comercio. Esta presunción, unida
a la presencia de enterramientos precolombinos en los páramos del Altiplano,
nos permite suponer que el pastoreo puro pudo haber existido ya en esas épocas.”
(p. 160)
El día de la presentación, al
final de la ceremonia, estuvieron presentes los Ayarachis, rodearon a Jorge
Aníbal Flores Ochoa con su danza y música, a los Ayarachi les dedica buenas
líneas en el libro “Detrás de las
imágenes, como si quisieran estar separados, batiendo con gran entusiasmo sus
tambores, van los ayarachi, dando a la fiesta aire de celebración pretérita.”
(p. 97) y “los ayarachi, un conjunto
musical muy impresionante, tanto por su vestimenta como por la armonía musical
que brota de sus zampoñas. Para muchos, ayarachi es sinónimo de Paratía y
viceversa, pero creemos que en el momento es algo más que eso.” (p. 15).
“Los pastores de Paratía”
significa un antes y un después, al demostrarse la existencia de un pastoreo
alto andino como única actividad de los pastores, sin saber con certeza desde
cuando existen como tales, “pero mientras
tanto” – nos dice el autor – “los
pastores de los ayllus de Paratía continúan cuidando sus rebaños de alpacas,
tejiendo y caminando por las rutas que siguieron sus padres y los padres de
aquéllos, durante muchas generaciones, conduciendo recuas de llamas cargadas
con productos de la ganadería y textilería. ¿Por cuánto tiempo? No lo sabemos.
Esto podría ser respondido tan sólo por el Apu Wayra Qaqa y el Philinko.”
(p. 162) ¿Qué será de Paratía hoy en día?.
Para su familia, toda, Jorge
Aníbal Flores Ochoa es, sin duda, un buque insignia, él ha dejado una valla muy
alta: Profesor Principal, a tiempo completo y dedicación exclusiva – en todo el
sentido académico de la palabra – de la Universidad Nacional de San Antonio
Abad del Cusco, llegando a ser Vicerrector Académico; Profesor Honorario de la
Universidad Nacional de San Marcos; Medalla del Congreso de la República y
Medalla en Grado de Gran Cruz de la República del Perú. Esos logros son
producto de la autoridad que da una vida académica dedicada a la investigación.
Ahora, Jorge Aníbal Flores
Ochoa es un anciano venerable, un cuzqueño notable de talla mundial para
orgullo de todos quienes escucharon sus clases y conferencias y también para
quienes son atentos lectores de su obra, todos ellos harán que logre lo que
todo maestro espera en silencio: la trascendencia en tiempo y espacio, si es
que no lo ha logrado ya. Para su familia fue siempre quien le enseño el
profundo significado de lo que es ser cuzqueño y heredero de una cultura milenaria,
quien siempre le señaló la senda de la “resistencia y continuidad”.