Fernando
Murillo Flores
Antes de proclamar la
independencia del Perú un 28 de julio de 1821, San Martín firmó en su cuartel
general de Huara, un Reglamento Provisional del 12 de febrero de 1821 que
establecía la delimitación territorial del pueblo liberado y la forma de cómo
se administraría el naciente Estado peruano, hasta que el pueblo estableciese
el gobierno y eligiese a sus autoridades. Una lectura de este documento nos
permite apreciar que la realidad era una nebulosa.
Esa nebulosa obligó a San
Martín a constituirse en Protector del Estado peruano que en ese momento era un
embrión. En el documento firmado un 3 de agosto de 1821 se lee en su primer artículo
“Quedan unidos desde hoy en mi persona el
mando supremo político y militar de los departamentos libres del Perú, bajo el
título de Protector.” El libertador no tenía otra alternativa, aún había
enemigos externos de la República porque el último Virrey del Perú se alojó en
el interior del país y, lo peor de todo, no existía una clase política capaz de
diseñar y estructurar, de la teoría a la práctica una República; la naturaleza
de la conquista, la colonia y el virreinato anuló la capacidad del pueblo
peruano de engarzar una organización estatal propia, luego de su independencia,
como sí ocurrió con las ex colonias inglesas en América del Norte.
En medio de esa nebulosa,
siendo necesario siempre un corpus normativo, San Martín emitió otro documento para
el ejercicio de su protectorado, denominado Estatuto Provisional de 1821 en
cuya motivación leemos: “Mientras existan
enemigos en el país, y hasta que el pueblo forme las primeras nociones del
gobierno de sí mismo, yo administraré el poder directivo del Estado, cuyas
atribuciones, sin ser las mismas, son análogas á las del poder legislativo y
ejecutivo. Pero me abstendré de mezclarme jamás en el solemne ejercicio de las
funciones judiciarias, porque su independencia es la única y verdadera
salvaguardia de la libertad del pueblo; y nada importa que se ostenten máximas
exquisitamente filantrópicas, cuando el que hace la ley ó el que la ejecuta, es
también el que la aplica.”
En concreto, San Martín luego
de la independencia formal y de esos enemigos de la independencia del Perú, se
constituyó en el buen sentido de la palabra y en perspectiva romana, en un
dictador del Perú, para proteger de propios y extraños al Perú embrionario.
Aún bajo dicho protectorado,
el Perú va a elecciones y elige un Congreso Constituyente que asume
provisionalmente el Poder Ejecutivo hasta que se dé la Constitución. Ante la
dimisión de San Martín, dicho congreso nombró, para asumir la responsabilidad
ejecutiva, una Junta Gubernativa, compuesta por tres de sus miembros que no es
fácil decirlo fracasó y bajo un presión militar el citado congreso elige como
presidente del Perú a José de la Riva Agüero quien también fracasa contra el
enemigo exterior y Lima es ocupada y asediada nuevamente por los españoles casi
por un mes, ante ello para conducir militarmente el derrotero de la patria se
designa a Sucre como General del Ejército, se cesa a Riva Agüero, prácticamente
el congreso lo destituye. Luego Sucre encarga al poder político a Torre Tagle
quien reuniendo en Lima al Congreso o parte de él lo nombra Presidente del Perú,
la otra parte del Congreso se fue a Trujillo junto a Riva Agüero, pues dicha
ciudad fue elegida una suerte de capital provisional ante el asedio de Lima de
parte de los españoles.
La nebulosa dejaría ver un
poco de uno de los males endémicos del Perú, el enfrentamiento político
dividiendo al Congreso, la precariedad de un Presidente y la falta de
comprensión de la idea de una República y su ausencia eterna de líderes. Así
planteada la realidad Bolivar entraría en la escena, solicitado por el pueblo
peruano y cuando la embrionaria república no podía aún caminar. San Martín, al
despedirse ante el Congreso y del Perú, un 20 de setiembre de 1822, dijo
premonitoriamente: “Peruanos: Os dejo
establecida la Representación Nacional, si depositáis en ella una entera
confianza, cantad el triunfo; si no, la anarquía os va a devorar.”. Esa
anarquía fue en medio de la que Bolivar llegó al Perú.
Leamos al historiador De La
Puente Candamo “Es muy grave el estado de
cosas: la anarquía se une a la lentitud en las operaciones militares. En el
referido mes de setiembre de 1823, Riva Agüero se halla en Trujillo con parte
del Congreso, y Torre Tagle en Lima con otra fracción de la Asamblea. Al margen
de cualquier otra circunstancia, el gran problema del Perú es la carencia de
una autoridad que goce de acatamiento general. Durante la anarquía de 1823
falta una visión amplia de las cosas y del objetivo final de todos los
esfuerzos; se presenta una forma de competencia entre egoísmos y derechos. Todo
resulta aún más grave cuando la guerra se halla en un momento muy duro, cuando
no hay una estrategia definida y cuando las fuerzas españolas aparecen de modo
furtivo en Lima. Esta es la hora triste de nuestra independencia; la hora en la
cual, por falta de responsabilidad común y por abundancia de personalismos y
visiones inmediatas, entregamos todas las esperanzas a un terrible riesgo, y
ofrecemos una escandalosa imagen de estrechez de miras y de gobierno. Del mismo
modo que 1820 y 1821 son años de ilusiones y fervorosas esperanzas, y al igual
que 1822 es un tiempo de incertidumbre, 1823 es el momento del desorden como
estilo, del pesimismo y del decaimiento.” (de la Puente Candamo. José
Agustín. La independencia del Perú, Lima, 2013. Fondo Editorial del Congreso
del Perú. P. 191)
Luego de la llegada de Bolivar
al Perú (setiembre de 1823) se dio la Constitución de 1823 (noviembre de 1823)
que en muchos sentidos es la primera, pero por una disposición del Congreso presidido
por Torre Tagle, un 17 de febrero de 1824 se estableció: “1. La suprema autoridad política y militar de la República queda
concentrada en el Libertador Simón Bolívar. 2. La extensión de este poder es tal, cual lo exige la salvación de
la República. 3. Desde que el
Libertador se encargue de la autoridad que indican los artículos anteriores,
queda suspensa en su ejercicio la del Presidente de la República, hasta tanto
que se realice el objeto que motiva este decreto; verificado el cual a juicio
del Libertador, reasumirá el Presidente sus atribuciones naturales, sin que el
tiempo de esta suspensión sea computado en el periodo constitucional de su
Presidencia. 4. Quedan sin
cumplimiento los artículos de la Constitución Política, las leyes y decretos
que fueren incompatibles con la salvación de la República.”. Estos poderes
le fueron renovados por una Ley del 10 de febrero de 1825, por el Congreso Constituyente.
Así, el neo nato Estado
peruano instituyó a Bolivar en dictador del Perú, confiriéndole poder militar y
político para lograr “la salvación de la República” y lo logró debido a su
experiencia y genio militar, pero para ello era necesario haberlo instituido
dictador, pues en esos años (1823 y 1824) no teníamos ni idea de lo que era una
República; teníamos un congreso dividido, luego del fracaso de un triunvirato
instituido por ese primer congreso y una pugna entre dos presidentes Riva
Agüero y Torre Tagle. Así era imposible vencer a los españoles.
San Martín se constituyó en
dictador del Perú para proteger la independencia del Perú, a Bolivar lo
instituyeron su dictador para consolidar su independencia, en uno y otro caso,
lo repetimos a la usanza de la Roma imperial y en medio de la nebulosa; el
primero supo vivir su gloria y retirarse como el militar que era, luego de
cumplir su objetivo; el segundo vivió intensamente su gloria y no supo
retirarse luego de cumplir su objetivo militar, pretendiendo gobernar el Perú
más allá de la misión encomendada haciéndose incluso una Constitución vitalicia
(1826) y con un sueño lejano de la unidad de la América libre, y tal vez
consciente de que el Perú aún no estaba preparado para la vida Republicana,
pero el sentimiento contra él y sus ambiciones hizo que un 3 de setiembre de
1826 se fuese del Perú.
Desde ese momento el Perú sería gobernado, al margen de
sus Constituciones, por unos pocos considerando que el Estado era su patrimonio
y no de todos los peruanos, pues creían que tenían el derecho a repartírselo
por uno u otro motivo, pero esa es ya otra historia.