jueves, 16 de octubre de 2008

AZOOSPERMIA


Existe una característica típica en el hombre y es su imperfección, quien es consciente de ello reconoce que es perfectible y allí radica su mayor fortaleza, lo que además implica asumir la condición humana; el día viernes 10 de octubre de 2008, en una sala de exposición del Convento de Santo Domingo, se inauguró la muestra de las creaturas artísticas de Jorge Flores Nájar llamada por él mismo y en persona, nada más ni nada menos “Azoospermia”.

La azoospermia es, para no complicarnos mucho, la “carencia considerable de espermatozoides” según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Jorge Flores Nájar ha dicho, en sus palabras al inaugurar su muestra, que el nombre que le puso implica reconocer que aún, artísticamente, es estéril y él tiene, al igual de quienes lo queremos, la esperanza de que pronto le venga la fertilidad plena para el goce del artista, lo que equivale a decir, cosa que esperamos, que las musas lo visiten y se instalen en su espíritu en una orgía creadora. Así, la azoospermia habrá sido, en Jorge Flores Nájar un buen comienzo, un recuerdo de la génesis, de la nada a la plenitud exitosa.

Yo conocí a Jorge Flores Nájar desde bebé, miento, lo vi aún desde cuando abultaba el vientre de su madre, mi tía Yemira, y lo recuerdo aún medio viscoso en su cuna de recién nacido, recuerdo también haber ayudado en alguna ocasión a mi primo hermano Miguelito, que siento es una estrella de Jorge, a cambiarle los pañales; lo recuerdo correteando todo crespito y morenito por su casa entre todos que éramos y somos mayores que él; lo recuerdo pintando, dibujando y ahora es que entiendo que el artista ya estaba asomando por entre todo y ante todo.

Si el artista nace o se hace, es seguramente una vieja discusión, yo particularmente pienso que nace y en función del encuentro con la vocación se va forjando día a día en esa perfección.

No sé mucho de pintura y de escultura, pero sí sé que ambas expresiones son arte y aspira a ser belleza, tal como sucede con la literatura, por ejemplo. Todo artista tiene un universo subjetivo de experiencias en el que va buscando elementos para su creación, en ese universo cuenta la alegría, la tristeza, la melancolía, la cólera, las frustraciones, los amigos, enemigos, las buenas y malas experiencias, el amor, el odio, la pasión, la indignación, la reflexión, la euforia; esas experiencias van calando en la sensibilidad del artista, van penetrando en él por los sus sentidos, la indiferencia no es algo que esté en el artista pues ello anularía su sensibilidad. Ay de todo aquél que sea indiferente o indolente a la realidad, a su entorno, a su medio, ese no hará nunca nada pudiendo hacerlo, el artista asume su realidad, asume su universo y se lanza a la creación esperando generar en el público, no sólo reconocimiento, sino la identificación con su expresión. ¿Alguien podría decir que no es una belleza el Para Elisa de Beethoven?, ¿la Gioconda de Leonardo?

Al ingresar a Azoospermia me dio la sensación de estar en el cerebro, en el corazón y en las entrañas del artista Jorge Flores Nájar, allí estaban unas pinturas y unas esculturas que daban testimonio de un mensaje del universo del artista joven. Muchas de esas obras quedarán, a partir de nuestras propias vivencias, en la retina de nuestros ojos, serán como aquellas botellas lanzadas al mar enviando un mensaje con la esperanza de un receptor.

Entre esas creaturas jóvenes de Flores Nájar, aunque considero que son mayores que él, me muevo libremente por la muestra artística, he sido atrapado junto a Franco – mi segundo hijo y sobrino de Jorge – por una mujer, que abriga un dolor y una realidad, una pasividad y una reflexión, una tranquilidad reposada sobre la realidad asentada en la dureza y la debilidad del soporte, a quien Jorge le ha dado la condición de “Viuda” compuesta de acero y madera policromada.

A Franco le gustó “La muerte de la disco”, compuesta de acero y madera, bella mujer, de sólidas formas y coquetería refleja, incrustada y ciega, de senos túrgidos y desafiantes, dispuesta a la vida nueva, llena de secretos, de repente sin luz, pero asentada en la realidad, al menos eso reflejan sus piernas. Esa expresión de solidez básica, de realismo también la apreciamos en Illapa, bella creatura roja con unas botas doradas básicas y sólidas, con una pequeña bolsa en la espalda para un camino largo y con pocos recursos pero de mirada de avance, sugiriendo que el camino por andar es para un largo aliento.

Bueno es saber que aún somos una sociedad que pare artistas, es que tal vez somos caóticos y necesitamos alguien que nos diga que incluso así como somos tenemos el derecho a ser felices a través de la belleza que nos es implícita y aunque seamos ciegos necios allí esta a través del tiempo, la belleza. Jorge Flores Ochoa, de quien Jorge Flores Nájar es un notable espermatozoide y que llegó a ser él, ha expresado al inaugurar la azoospermia de su hijo, de la que en parte es anónimo responsable, que ha sido testigo – en el calor del hogar – del proceso creativo, del trabajo constante, de la búsqueda del detalle, de la perfección y de la entrega para concluir que Jorge, el artista cuzqueño, está haciendo lo que realmente quiere, aunque el camino es largo, está haciendo lo que él quiere ¿habrá mayor dicha de saber que un hijo está haciendo lo que realmente quiere y que es feliz?. Un aplauso para el artista Jorge Flores Nájar “espermatozódico hacia el infinito”.

miércoles, 8 de octubre de 2008

“LAS ÓRDENES RAZONABLES”


Antoine de Saint-Exupéry escribió en su célebre “El Principito” que, “al rey le importaba antes que nada que su autoridad fuera respetada. No toleraba la desobediencia. Era un monarca absoluto. Pero como era bueno, daba órdenes razonables”.

A un autoritario, como era todo rey en la época del absolutismo, sólo le importa que sus órdenes sean cumplidas, sin reparar en lo razonable o no de las mismas, pero Saint-Exupéry resalta la calidad de bueno en aquél rey que, sin dejar de serlo, “daba órdenes razonables” y es por ello que en la misma obra dice “La autoridad se basa ante todo en la razón (…). Tengo derecho a exigir obediencia porque mis órdenes son razonables.”

¿Cuántas de aquellas órdenes que todos damos en nuestra vida familiar y algunos en la laboral son razonables?

Una decisión razonable es aquella que se toma en función de motivos atendibles, no reprochables por la mayoría de aquellos a quienes la decisión está dirigida y, además, porque todos terminan aceptándola debido a que en la práctica se demuestra, precisamente, que la razón o razones que la sustentan son válidas. Quien ejerza el poder y tome decisiones razonables, tendrá cada día una mayor legitimidad “adquirida por mérito” antes que por el origen de ese poder.

Lo más importante de una decisión razonable es su aceptación por quienes son sus destinatarios, pero esa aceptación debe ser de buena voluntad mas no por la imposición del poder, pues lo contrario sólo genera una represa de sentimientos adversos a quien lo ejerce que, tarde o temprano, le pasa la factura trascendiendo a la persona que dirige una entidad y, por consiguiente dañando a la entidad.

En toda organización lo más importante son las personas que le dan vida, quien no entienda esta regla de oro de la administración podrá consagrarse como jefe pero no como líder, podrá obtener resultados, pero no éxito, lo primero puede obtenerse sobre el cadáver de ilusiones y esperanzas, lo segundo no acepta esa posibilidad pues deslegitimaría el éxito que sólo se justifica cuando todos ganan. Recuerdo que Gandhi decía, contrariamente a lo que no sé si dijo Maquiavelo o Lenin, que había que cuidar los medios para justificar el fin.

El éxito, basado en la gestión y dirección personal de un líder, se consigue sobre la base de la acción de las personas a las que este provee de las condiciones necesarias para lograrlo, lo que además transita por el conocimiento de las fortalezas y debilidades de las personas que dirige. He aprendido, personalmente, que una estrella que marca el norte de toda gestión administrativa es tener presente que no puede hacerse a las personas que uno dirige, por más poder que uno tenga sobre ellas, aquello que a uno no le gustaría que le hagan, es evidente que esto no es sino un principio derivado del mandato más revolucionario de todos los tiempos “ama a tu prójimo como a ti mismo”

Cuando lo anterior está ausente, las órdenes no serán razonables, serán simples disposiciones que hay que acatar por el “principio de autoridad”, que es más explicable en un cuartel que en una organización civil donde a las personas no se les cuenta, sino que se les tiene en cuenta; en esas organizaciones verticales e inhumanas las órdenes se acatan por “las razones que da – o mejor dicho – que nunca da el poderoso”, aquél principio es algo inmutable y absoluto, por tanto autoritario, en tanto que las razones son, por propia definición dialéctica, dinámicas y por tanto difíciles de dar por quien ejerce el poder en forma absoluta. Las razones surgen de la experiencia, de la vida y los sentimientos, sobre las razones podemos fácilmente discutir, conciliar, reír, llorar y abrazarnos. Las órdenes no, las órdenes a secas cuentan con las personas a modo de suma y resta y disponen de ellas, generando rencor, resentimiento y sólo el llanto de la impotencia de saberse ordenado mas no guiado.

Las órdenes no razonables, se implementan con la política del látigo y la zanahoria que consiste en mostrar al caballo, delante de sus ojos, una zanahoria suspendida de una caña y montado en él, el jinete (jefe), le propina latigazos para que alcance algo que materialmente el caballo nunca podrá alcanzar.

Una forma de identificar la política del látigo y la zanahoria es como se achata la libertad de creación de las personas, sometiéndolas a observación o vigilancia, enviando de cuando en cuando a un trabajador a la congeladora o al ostracismo, como tributo al ejemplo de lo que le sucederá a quien ose no ir más en procura de la zanahoria o se rebele contra el látigo, eso no es más ni menos el castigo ejemplificador de la crucifixión romana que sembraba de crucifijos líneas de fronteras para que no sean traspasadas.

También se emiten una serie de prohibiciones, de normas a cumplir sí o sí, que terminan por generar resignación en el personal y el rumor estruendoso en contra del jefe que por los pasillos laborales puede ir escuchando el silencio de su fracaso; lo más deplorable de esas órdenes es que muchas veces son anónimas y en nombre de una autoridad que no se tiene, para lograr sabe el diablo qué objetivos que al ser desconocidos son sencillamente ilegítimos e intrascendentes.

Una empresa u organización se basa en la acción de personas adecuadamente conducidas hacia objetivos claros – no deseos que por ser tales son sólo eso, deseos – compartidos por todas las personas que la conforman, lo que transita por motivarlas adecuadamente, brindándoles además las condiciones para lograr los objetivos compartidos. En este escenario sólo caben las órdenes razonables, ¿las damos siempre?

Si algún día todos hiciésemos lo que nos corresponde hacer, pensando en todo aquello que buenamente queremos y en las personas que amamos, de seguro distinguiremos lo que no es honesto, lo que no es razonable y, sobre todo, a quienes son buenos, y daremos siempre, sin lugar a dudas, órdenes razonables y sabremos identificar a quienes no las dan, teniendo presente que éstos pueden llamarse presidente, gerente o jefe, que ejercen el poder mas no la autoridad, que es lo que uno se consigue momento a momento, día a día a través de las personas de quienes se gana, en función de la coherencia, el amor, el ejemplo y el respecto mediante lo que difícilmente se logra en esta vida y sobre lo que nunca debiéramos perder la esperanza de ser: ser personas.

Pero siempre padeceremos el autoritarismo que ejercen quienes no tienen autoridad, siempre padeceremos, en entidades públicas o privadas el ejercicio del poder abusiva y arbitrariamente; entonces no me queda otra cosa que recordar lo que Gandhi dijo “Cuando pierdo la esperanza, recuerdo que toda la historia el camino de la verdad y el amor siempre triunfó; han existido tiranos y asesinos y por un tiempo pueden parecer invencibles, pero al final siempre caen, piénsalo siempre …

sábado, 4 de octubre de 2008

El Hoyo y nosotros


Si vemos hacia atrás en la historia reciente de Latinoamérica, encontraremos que el pueblo, ante la carencia de cauces normales y democráticos, se desborda en la expresión de su voluntad y obliga a sus gobernantes a dimitir de sus cargos; Argentina, Ecuador y Bolivia son sólo los ejemplos más saltantes de esa verdad. En el Perú, a nivel de gobierno no hemos tenido esa experiencia, al menos desde 1980, pero es preocupante que cada vez más la población se esté desbordando en su forma de expresión, protagonizando episodios lamentables para la democracia.

Recordamos el caso de Ilave (Puno) cuyo pueblo, en una revuelta descontrolada, mató a su Alcalde. Hemos sido testigos, recientemente, de los sucesos de Oyón (Lima) en los que sus pobladores llevaron a su Alcalde a la plaza de la ciudad y lo obligaron a renunciar, antes de la renuncia el pueblo había tomado el local Municipal argumentando que el Alcalde no había cumplido sus promesas electorales de hacer obras, el pueblo se enfrentó a la policía y logró mantenerse en poder del local, luego su Alcalde, debe suponerse que para reestablecer la autoridad, recuperó el municipio y ante ello el pueblo nuevamente se organizó, violentamente recuperó el local y haciendo huir a la policía, condujo a su Alcalde a la plaza donde fue obligado, bajo amenaza de su vida, con dejar el cargo.

Si a este hecho reciente le sumamos aquellos protagonizados en Moquegua o en varios poblados de nuestra selva, no queda otra alternativa que preguntarse ¿qué es lo que está pasando?

Encuestas recientes arrojan un resultado preocupante respecto a la credibilidad de los dirigentes políticos actuales, esas mismas encuestas nos dicen que la credibilidad del gobierno también está por lo suelos; ya no es novedad que la credibilidad del poder ejecutivo y del poder legislativo ya no pintan; lo propio sucede con el poder judicial. En pocas palabras el Estado está desprestigiado, quienes lo dirigen y representan no gozan de credibilidad alguna y, finalmente, el Estado formal está deslegitimado.

Ese mismo desborde de Ilave o de Oyón puede tener réplicas mayores a otro niveles de gobierno o de los poderes del Estado, no es del caso decir que ellas incluso puede ser políticamente aprovechadas por algunos sectores; pero lo que sí debemos tener clara conciencia es que quienes tenemos la oportunidad de ocupar cargos públicos (en mi caso la magistratura) no debemos dar tregua ni posibilidad de avance al descrédito de nuestras entidades públicas, no debemos – desde ningún punto de vista – dar motivo para deslegitimar nuestra función; si acaso bajamos la guardia en nuestro comportamiento leal al deber y a la honestidad, estaremos dando lugar, sin duda alguna, a que la población, dirigida, planificada o espontáneamente ingrese, cualquier día, donde laboramos y busque despedirnos, así de simple, de nuestros empleos, al margen de las formas y modos legítimamente establecidos para ello, utilizando el lenguaje de la violencia.

El poder que reside en cada magistrado del Poder Judicial viene y tiene su origen en el pueblo, al menos eso es lo que dice la Constitución; el de un legislador igual viene del pueblo, lo propio en los alcaldes, en los regidores, en los presidentes regionales, sin dejar de mencionar al Presidente de la República quienes reciben el poder en forma directa y por voto popular.
La única forma de lograr legitimar los poderes y entidades del Estado, es el buen comportamiento de quienes lo representan e integran en cualquiera de sus niveles, cumpliendo el deber que implica y comprende cada una de las funciones públicas encomendadas, esa es la forma de cómo podemos evitar caer en el hoyo del desprecio e incomprensión del pueblo. Si acaso no lo hacemos, no nos quejemos luego que un mal día toquen a la puerta de nuestras oficinas y nos inviten a salir y ante tanto grito y violencia tengamos que salir, caballero nomás.