Fernando Murillo Flores
Recuerdo que en la casa de mis
suegros, cuando ellos aún vivían en el Cuzco, en la sala comedor, encima de un
mueble de madera que diseñó y construyó mi suegro, el Ing. Víctor Manuel Chávez
Gonzáles, fiel a su afición a la carpintería, había un globo terráqueo a
escala, de esos que puedes sostener en tus manos y te muestra todo el mundo,
sus polos, sus continentes y sus mares; en esa esfera se aprecia las latitudes
y altitudes, puedes ubicar todos los países del mundo y con solo sostenerlo y
girarlo puedes viajar imaginariamente por este mundo que, como una especie más,
aloja a los humanos.
Con el índice podías seguir la
ruta de Colón, de Magallanes, de Marco Polo, de los cruzados y de pronto las
rutas que habrían seguido los primeros pobladores de nuestra America. Recuerdo
al ingeniero, en muchas ocasiones, explicando a mis hijos las antípodas, los
lugares en los que hubo un movimiento sísmico y otros temas mundanos; muchas
veces lo vi desempolvar su globo terráqueo. Mis suegros se fueron a vivir a
Lima, su globo terráqueo ahora está en mi oficina, siempre lo veo y admiro como
Mafalda lo hace con el suyo, también lo desempolvo de cuando en cuando.
Franco, mi hijo, me envío un
link: covidvisualizer.com, a través
del whatsapp, al ingresar mediante el celular o la computadora, aparece en un
fondo rojo y girando, un globo terráqueo mostrando todos los países del mundo y
cuando uno hace clic en uno de ellos, automáticamente se abre un cuadro en el
que se lee una cifras de terror: cuantos casos declarados de Covid 19 tiene el
país y cuantos de sus ciudadanos ya murieron, la data que brinda ese sitio web
se actualiza constantemente e incluso se aprecia el número total de personas
infectadas y muertas a nivel mundial.
Duele hacer clic en ese globo
terráqueo digital y saber que minuto a minuto están muriendo muchas personas de
esa humanidad a la que pertenecemos. Hubiese querido contarle a mi hija Sofía
lo que fue esta pandemia, como cuando se habla de las guerras mundiales, pero
me tocó vivirla con ella; veo unas fotos y filmaciones de mi nieto Sergio Vincenzo
en brazos de su padre y abuelo antes de la cuarentena, y duele que estemos
viviendo con él este aislamiento necesario para vencer la pandemia y poder
vernos joven él y anciano yo en el futuro. Duele ver a mi sobrina nieta
Catalina sólo en una foto que pone su abuelo, mi primo Gabriel, en la pantalla
cada vez que nos reunimos virtualmente vía Zoom, ella es la última de la fila
en la familia Flores Ochoa, esa que fundaron Miguel Angel e Ildaura, pero a su
vez primera en la fila, junto a mi nieto, en nuestros cuidados familiares, en
nuestros sentimientos y pensamientos, ellos tienen que ser cuidados para
preservarnos como familia. Espero que todos estén cuidando a sus familias, esto
es ahora esencial, por no decir, vital.
Estoy consciente que la
humanidad, desde que el primer homínido empezó a ser lo que somos actualmente,
debido a su pensamiento, inteligencia y razón, se volvió la más temible de las
especies que pueblan nuestro mundo; el hombre, con su sociedad, con su cultura,
con su civilización estuvo destrozando el mundo, pinchando su propio bote: la
tierra. Este Covid 19 nos pone sobre la mesa muchos temas sobre nuestra
existencia, tal vez el primero sea que no somos los poderosos que creemos ser,
pues estamos a merced de un enemigo invisible, silencioso y terriblemente letal.
Las epidemias siempre
existieron y las vencimos, aunque muchas veces el costo en vidas fue tremendo
hasta encontrar el tratamiento y la vacuna, estamos hablando del Ebola y el
SARS; pero aquellas que sucedieron en la edad media como la peste bubónica o a
principios del siglo pasado conocida como la fiebre española, nos dejaron un
tratamiento antiguo y eficaz: el aislamiento. Este tratamiento lo hemos
olvidado y ahora lo hemos desempolvado y, aunque muchos no crean en él y no lo
practiquen, lo cierto del caso es que es el único cierto y eficaz, así como la
protección con los barbijos, entre tanto alguien halle el tratamiento y la
vacuna. Este aislamiento social será pauta de conducta en por lo menos un año.
Ahora el hombre tiene un
avance notable en investigación científica para identificar cualquier
microorganismo y estudiarlo al detalle, pero encontrar el tratamiento y la vacuna
que nos inmunice tardarán en desarrollarse, sobre todo la última que tiene que
someterse a un período largo de pruebas pues podría tener efectos colaterales o
nocivos. La ciencia y la tecnología están haciendo su trabajo, tarde o temprano
ganarán la guerra, entre tanto muchas batallas se están perdiendo.
Es increíble cómo el hombre
con toda su inteligencia no está sabiendo sacar provecho de los conocimientos
que por el momento tenemos respecto del virus, como el tiempo de vida que tiene
en el ambiente y en superficies, de no convertimos en medios de su transmisión y
que lo podemos incomunicar, que si nos lavamos constantemente las manos con
agua y jabón le retiramos su cubierta a través de la que se implanta en
nuestras células a las que ingresa por nuestros ojos, nariz y boca. Si eso es
así, lo único que podemos hacer por el momento es no darle ventaja, es decir,
no debemos constituirnos en el medio a través del que se vale para vivir,
ingresando a nuestro organismo e ir contagiándonos entre nosotros.
A esta fecha, desde el 6 de
marzo pasado, cuando se declaró la existencia del primer caso en el Perú, los
niveles de contagio ya hicieron colapsar nuestro sistema de salud pública, al
no existir la suficiente capacidad instalada para atender aquellos pacientes
que el virus deja en necesidad de una unidad de cuidados intensivos. Nuestro
Estado y el gobierno hacen los esfuerzos necesarios, de seguro están cometiendo
muchos errores, pues quién no los cometería ante algo sin precedentes; la
población debiera hacer el esfuerzo para guardar el aislamiento requerido, y si
acaso despliega alguna actividad ésta debiera ser inteligente para no ser presa
fácil del virus, cumpliendo todas las recomendaciones que son tan eficaces como
antiguas.
Este virus está dejando expuestos
muchos problemas en nuestro país, la precariedad de nuestro sistema de salud;
la existencia de un crecimiento poblacional sin control, ausencia de registros
actualizados de la población, gran concentración de población en áreas sin
servicios básicos y, sobre todo, un abandono del interior del país para generar
oportunidades que mantengan a la población en sus lugares de origen, eso
explica ese inmenso grupo de peruanos volviendo a sus lugares de origen, sin
dejar de mencionar que necesitamos replantear la educación e instrucción de la
población para que se respete la ley, sobre todo en épocas de crisis donde se
necesita cumplirla a cabalidad para salir adelante.
Necesitamos mucho de un
civismo y disciplina que no tenemos, si los tuviésemos podríamos, con todos los
cuidados del caso, volver a nuestras actividades para desarrollar una
coexistencia inteligente, sobre todo si conocemos al virus en lo elemental a
través de lo que lo podemos exterminar. Pero, mientras no actuemos con
inteligencia, seremos presa fácil de un virus letal.
Qué bueno sería poder desempolvar
el mundo como lo hacía mi suegro, qué bueno sería que yo lo pudiese hacer, qué
bueno sería que todos lo pudiésemos hacer; pero el Covid 19, jovencito él, mata
sin discriminar, y hasta que alguien logre un tratamiento eficaz o desarrolle
la vacuna que nos proteja, seguiremos muriendo, pues “la muerte de cualquier
hombre me disminuye” – decía Donne – y seguiremos muriendo sin aprender la
lección, pues la epidemias y pandemias siempre nos visitaron cíclicamente y lo
único cierto contra ellas es el aislamiento, pero ni eso podemos hacer, sobre
todo los ignorantes, necios, idiotas e imbéciles – no importa el orden –, razón
por la que creo que estamos ante un enemigo que lo único que está haciendo es
vivir viendo como nosotros nos matamos a notros mismos, como creo que siempre
fue a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Antes de terminar estas líneas
no debo dejar de mencionar que muchos – que no faltan – encontrarán en la
presencia del Covid 19 una brillante justificación para decir que muchas cosas
las iban a empezar hacer y que muchas cosas no las pudieron terminar de hacer,
cuando tuvieron todo el tiempo de hacerlo y terminarlo antes del 16 de marzo.
Para esos muchos el Covid 19 es anillo al dedo.
Espero que este virus nos haga
comprender que ante él la humanidad es una sola, que ante él las fronteras no
tienen sentido, que combatirlo es igual que combatir el hambre y la miseria y
que debiéramos afrontarlo como humanidad.
Acabo de hacer clic en el
covidvisualizer.com mientras termino de escribir y revisar estas líneas, muchos
murieron entre tanto, muchos hombres cayeron, casi quisiera decir cuando caiga
uno, el último, por un segundo, “Entonces todos los hombres de la tierra le
rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado; incorporóse lentamente, abrazó
al primer hombre; echóse a andar...”, pero eso sólo es la poesía de
Vallejo.