miércoles, 7 de mayo de 2025

Gabriel, mi primo HERMANO

 

Quiero contar una historia. Comenzó el siglo pasado cuando Miguel Ángel e Ildaura formaron, en el Cuzco, una familia señorial: los Flores – Ochoa; entre los hijos que ellos tuvieron, estuvo David, a quien, como se dice hoy, “las locas ilusiones lo sacaron de su pueblo” y se vino a Lima; él se encontró con una linda persona, mi tía Bertha y formó una familia, la familia Flores – Mena y, entre los hijos que tuvieron estuvo, el penúltimo de ellos, mi primo HERMANO Gabriel quien, con Roxana, formó una la familia Flores – Ricardi. Esa familia fue y es el hogar de muchos de nosotros, trataré de explicarlo.  

La familia que Gabriel fundó con Roxana, que está más allá de su muerte, la forman sus hijos, mis sobrinos, Gabriel y Roxana, a quienes conocí y que para siempre serán mi Gabo y mi Chani, sin olvidar a Franquito, el último de sus hijos.

No escribiré de Gabriel en el plano académico y profesional, pues sé que él trascendió en cada persona que formó, lo que incluye a sus hijos, pues lo que ellos ahora hagan como odontólogos, lo harán conforme él se los enseñó y para el bien de nuestra comunidad.

Volví a encontrarme con Gabriel y Roxana por el año 1998, año en el que junto a Cecilia, mi esposa, y mis hijos Javier y Franco, nos frecuentamos bastante, cultivando una hermandad que nos mantuvo conectados hasta hace dos días en el que físicamente te fuiste para siempre. Cuando te dije, a fines de ese año, que volvía para Cuzco con mi familia, tú me dijiste “por qué no se quedan” esa frase la recuerdo siempre.

Desde entonces, siempre estuvimos juntos y sé que todos tus primos hermanos que vivimos en el Cuzco de tu padre, ciudad a la que siempre que podías ibas con emoción y con toda tu familia, cada vez que venían a Lima siempre eran acogidos por ti, tanto es así que en retrospectiva, Gabriel de mi corazón, sin proponértelo, porque lo bueno en ti era innato, fundaste en nuestra gran familia un gabrielcentrismo intenso, pues en varios momentos de nuestra vida familiar e individual, siempre giramos en torno a ti.

El lunes cinco de mayo, el sol nuestro que fuiste para nosotros, se contrajo tanto que fue formando un agujero negro que atrajo ante sí, y durante dos días, toda nuestra energía y lo que somos deseando que aún no te apagues, para finalmente explotar y convertirte, más allá de nuestro dolor, en un maravilloso y extraordinario recuerdo de energía pura, que ahora reside en todos y cada uno de los miembros de tu familia que siempre, lo prometo, te recordará. Ya no estás más como el sol nuestro de cada día, pero qué intenso se sienten tus holas, tus nos vemos, tus cuídense, tus nos vemos, tus abrazos; tu calor es energía que está en toda tu familia.

Gabriel, nos dejaste una linda herencia de la que espero seamos dignos sucesores, esa herencia son Roxana, tu linda esposa; tus hijos ya grandes: Gabo y Chani y el aún pequeño Franquito; te fuiste siendo esposo, padre y abuelo, qué más; tuviste en tus brazos a tus nietos Catalina (Cata) y Gabriel (Gabito), hijos de Gabo y Claudia;  Joaquín Nicolás y Sebastián Marco, hijos de Chani y Marco. Toda tu gran familia Flores siempre estará al lado de tu familia, reuniendo siempre toda esa energía y ese calor que ahora reside en nosotros para intentar llenar ese vacío inmenso de tu ausencia material.      

Así como no tengo alguna de duda que ahora estas con Dios, sencillamente porque eras un hombre bueno, tampoco la tengo de que ya estas reunido con tus padres, mis tíos David y Bertha, ante quienes, con serenidad puedes decir que cumpliste con todo aquello que te enseñaron y más allá de la hermosa familia que formaste, queda el hogar en el que, de una forma u otra, todos sentimos el calor del amor de familia.

Escrito desde el Cuzco, en Lima, a dos días de tu muerte, mayo de dos mil veinticinco.

Tu primo HERMANO.

Fernando Murillo Flores

 



viernes, 14 de febrero de 2025

El hombre propone y dios dispone

(cuento)

Llevaban cuatro años de casados, ambos eran profesionales, hicieron bien en posponer la decisión de tener un hijo, se concentraron en la compra del departamento, mediante una hipoteca que proyectaron pagar en quince años, también habían comprado un auto para su comodidad, era un sedán, para viajes y llevar, cuando fuese necesario, las cosas del bebé, pensaron.

Ambos provenían de familias conservadoras que se caracterizaban por su capacidad de planificación, en realidad, acomodadas, lo que hacía necesario tomar las decisiones necesarias para preservar lo conseguido a fuerza de trabajo. El joven matrimonio iba en esa línea, todo estaba planeado.

Se acostaron temprano en su cama king, era un regalo de los padrinos de ella, durmieron plácidamente, pues toda su vida matrimonial, con perspectiva de familia, estaba toda planeada. Se habían prometido apagar sus celulares y cargarlos por la noche, sería una buena práctica conyugal. Por la mañana, cuando ella aún dormía, él tomó su móvil, lo prendió y de pronto leyó la noticia: “El meteorito 2024 YR4 de 40 a 90 metros de ancho, impactará en la tierra en diciembre del año 2032, a una velocidad de 60,000 kilómetros de hora, con una fuerza destructora equivalente a muchas bombas atómicas”; antes de despertarla con la noticia, recordó las películas Impacto profundo y Armagedon, también que había visto a sus sobrinos jugar con unos pequeños animalitos jurásicos de plástico.

-¡Amor!, ¡amor!, le dijo, sacudiéndola para que despierte.

-¿Qué pasa vida?

Ambos leyeron la noticia y buscaron más información en sus celulares, no era fake news, era real, la tierra sería el blanco de un proyectil de viaje interestelar. Se miraron a los ojos, había surgido entre ellos un tema a tratar en su proyecto de vida feliz, su hijo, si deciden tenerlo, tendrá, el 2032, unos seis años.





jueves, 13 de febrero de 2025

Los recuerdos

 

Voy llegando de a poco a los sesenta años, a las seis décadas que tras de mí están cual sombra; como una estela tras el vivir, son varios trescientos sesenta y cinco días, infinitas horas, minutos y segundos que ya son cuenta regresiva. Rebobino mis recuerdos y allí está el jardín de la casa de San Andrés y sus dos pisos y sus columnas de piedra, la casa de la familia Murillo Flores; ahí está la oficina del padre Alipio, abogado, y también el ruido de los teclados sobre el papel sellado; también veo a mi madre Elena, mi profesora y su guardapolvo, y sus dedos con polvo de tiza del colegio del Parque de la Madre, con el que tantas veces acaricio mi cabeza, era la directora en ese colegio que ya no existe.

Veo como ayer, esos platos de colores para cada hermano, en el inalterable lugar de cada uno al sentarnos a la mesa, en la que siempre había un lugar para alguien más, entrada, sopa, segundo y postre, ¡que tiempos!; veo al Julio, el hermano que faltaba en casa cuando ya había toque de queda y el padre renegaba; veo al Pompo, más conocido como Mario, poniendo discos en la radiola, el rock está en el ambiente a todo volumen, el padre se enojaba, y ahora también está sentado – como antes – en la terraza y leyendo como casi siempre (acepta mis disculpas por la cometa que hiciste y que dejé ir); veo aún a mi hermana Maly, grande ella, al otro lado del tablero de las damas chinas y sus jugadas preconcebidas que ahora ya no recuerda y que sólo por eso, ahora, le puedo ganar; también recuerdo a Ruchi, mi otra primera hermana, llegando tarde al instituto pedagógico que estaba a media cuadra de nuestra casa, felizmente ahora llega en punto cuando muy tarde la llamamos todos; allí también está mi otro hermano, Miguel, con su Honda 125, a la que le hizo cortar el escape. Así, aún están todos en el ámbito de mi memoria y universo de mis recuerdos; gracias a dios aún viven todos los hermanos, pues mis padres ya se fueron o, mejor dicho, se adelantaron.


También recuerdo esas naves, el Polara, el Coronet, el escarabajo de horas, el Corona huayrurito; con claridad recuerdo la compra de una casa de campo en Yucay, y de los viajes llevando de todo para meses de vacaciones; también las casas llenas de familia y amigos; recuerdo escenas, voces, diálogos, circunstancias y anécdotas, tristezas y alegrías; no puedo dejar en el olvido, ahora que los recuerdo, a la Asunta, a la Daniela, al Clemente, al Pancho, al Aurelio y la Guillermina, todos ellos personas que dejaron un poco de su vida en la mía. Gracias porque aún lo recuerdo todo.