Fernando
Murillo Flores
Acabo de terminar de leer
“SIDI”, la última novela de Arturo Pérez Reverte (Alfaguara, 2019) que, según
el autor, es un libro que trata sobre liderazgo, propiamente sobre el liderazgo
de Rodrigo Ruy Díaz de Vivar y de cómo surgió el mito que representa el Cid
Campeador, el mismo que llega hasta nuestros días, habiendo sido objeto de mucha
literatura y películas. Aquí comparto algunas ideas que emanan del libro, si
por allí hay alguna coincidencia, es pura casualidad.
Un líder, para empezar,
necesita casi como una condena existencial o requisito imprescindible, tener un
grupo humano que dirigir y conducir hacia fines u objetivos legítimos, de lo
contrario no podría serlo, como tampoco lo puede ser cuando teniendo personas
que dirigir solo importa su voluntad y decisiones, sin conocer y escuchar
aquellos que al menos nominalmente le dan la calidad de líder. El liderazgo no
existe al margen de las personas o sin las personas.
Será siempre imprescindible que
un líder esté consciente que “Para bien o
para mal, de sus aciertos o errores iba a depender el futuro inmediato de su
gente.” (p. 128), dice Pérez Reverte, pues “El arte del mando era tratar con la naturaleza humana, y él había
dedicado su vida a aprenderlo. Pagando por cada lección.” (p. 180). Confiar
en un líder es fundamental, pero el autor dice “No se puede confiar en alguien que nunca cometió un error. Expone a
otros a verse envueltos en el primero que cometa.” (p. 291).
De los errores se aprende, los
errores dan experiencia; un líder lo sabe, pues si alguien que pretende serlo
no los comete nunca (lo cual es imposible) y los que comete no los admite y
reconvierte en lecciones de vida, será alguien inmaculado, vale decir
inexistente, o sencillamente alguien que miente a diario, hasta para justificar
lo mínimo. La lección es confiar en un líder que en su experiencia suma errores
que asimilados no se vuelven a cometer, ergo ese líder es confiable, pues si
nunca cometió errores puede ser que quienes lo siguen sean quienes paguen las
consecuencias.
Un líder, es quien tiene “la capacidad de hacer planes y de convencer
a otros para que los ejecutaran, aunque eso los llevase a la muerte.” (p.
85), pero para ello, nos dice Pérez Reverete, “Es mejor que todos estemos al corriente de los planes, porque empezado
el combate no habrá ocasión de órdenes” (p. 83)
Lo primero es tener una
capacidad estratégica (hacer planes), lo segundo tener capacidad directiva
(convencer a otros para ejecutar los planes) y, lo tercero no menos importante
lograr un nivel de compromiso para que todos estén al tanto de los planes a tal
punto que no sea necesario dar órdenes para su ejecución, lo que además implica
que del grupo humano se diga que “Se
conocían bien, y entre ellos eran precisas pocas palabras.” (p. 93).
La preparación antes de la
ejecución de los planes por todos compartidos es fundamental, no en vano se
dice “Cuanto más se suda antes de la
guerra, menos se sangra en ella.” (p. 166)
Es obvio que lo trascrito esta
dado en un contexto de conflictos medievales, ¿pero acaso no es cierto que el
Arte de la Guerra de Sun Tzu, ahora es empleado en el mundo empresarial? La
capacidad estratégica consiste no sólo en tomar decisiones que permitan ubicar
a una organización de personas en un sitial en la sociedad, sino en colocar a
las personas de la organización que sean capaces de lograr dicho
posicionamiento, lo que pasa porque el estratega conozca las potencialidades de
cada uno, antes de colocarlos por intereses personales y de grupo que no sean
precisamente los intereses de la organización, así se evitará decir que “Muchos hombres buenos se habían perdido para
siempre” (p. 331).
Al final de la novela, Mutamán
le dice al Cid “Sabes mandar. Renuncias a
privilegios que te corresponden: duermes como todos, comes lo que todos, te
arriesgas como todos. Jamás dejas a uno de los tuyos desamparado, si puedes
evitarlo…” y Ruy Díaz contesta: “Quien
no tiene consideración por las necesidades de sus hombres – repuso tras
pensarlo un momento – no debe mandar jamás…”. Cuanto hace recordar este
pasaje a la respuesta de Urías a David.
Pero aún más le dice Mutuamán
a Sidi (el Cid): “Eres un jefe extraño
(…) Puedes ser temible con los enemigos, implacable con los indisciplinados,
fraternal con los valientes y leales… Tienes la energía y la crueldad objetivas
de un gran señor. Eres duro y justo. Y lo que es más importante: puedes mirar
el mundo como un cristiano o un musulman, según lo necesites.” (p. 354)
Tomar decisiones para un líder
es tomar decisiones justas, es decir, aquellas que tengan las mejores
consecuencias que tú puedas prever, considerando toda la información que te sea
posible al momento de tomarlas, es por ello que el Cid expresa: “Un jefe de guerra ha de tomar una decisión
tras otra – dijo –, y en eso pasa su vida. Ocupado en esas decisiones y en sus
consecuencias inmediatas.” (p. 292), pues las decisiones respecto de
personas son las más importantes, por ello Sidi reflexiona: “Los hombres no son ideas; si los pierdes tal
vez no tengas más.” (p. 292) y en verdad una decisión equivocada al margen
de dañar a una persona, ésta se pierde para siempre respecto de quien no lo
consideró así.
Luego de una conversación del
Cid con Mutamán aquél reflexiona: “El rey
moro sabía hacer preguntas y escuchar respuestas, virtud rara en los poderosos”
(p. 160). En efecto es cierto, quien tiene el poder – no la autoridad – no
pregunta, no escucha, sino sólo su iluminada voz interior, el resultado será
mandar y ordenar irreflexivamente con cargo a pagar cara la soberbia.
El Cid o Sidi, era apreciado
por su gente, por las personas que lo seguían de manera incondicional, por eso
con verdad compartía todo con ellos y cuando llegaba a una conclusión, nos dice
el autor, “Asintieron todos, halagados de
que un jefe compartiese con ellos tales cálculos.” (p. 133) y en ese
diálogo, uno de los hombres del Cid, recordándolo vencedor de otras lides “alzó una mano (…)” para decirle “– Nunca
imagine (…) que una noche estaría en campaña, al raso con el vencedor de aquél
día, calentándome con el mismo fuego y bebiendo el mismo vino.” (p. 133).
La verdad no sólo implica afirmar lo que corresponde a la realidad, sino lo que
es en realidad aquello que se vivió o sucedió, tal cual.
El peor pecado para quien
presuma de líder y esté al frente de personas es la mentira y el engaño, ya
Abraham Lincoln le puso un epitafio a personas que viven en ellas: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo.
Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo
todo el tiempo.”