sábado, 16 de febrero de 2019

Pablo Neruda o Raphael Samuel



Fernando Murillo Flores

Pablo Neruda escribió un poema titulado “Pido silencio”, en él, Neruda agradece el amor y la existencia de las estaciones del año, afirmando que cambiaría la primavera por la mirada de Matilde, y dice  Se trata de que tanto he vivido que quiero vivir otro tanto”, terminando el poema, de manera expresa: “Déjenme solo con el día. Pido permiso para nacer”.

Los medios nos trajeron la noticia que un hombre hindú tiene la intención de demandar a sus padres por haberlo engendrado sin su consentimiento, dice que “quiere que la gente se dé cuenta que nació sin consentimiento”, aun cuando reconoce “vivo feliz, pero la vida me parece inútil”.

Un día escribí un artículo titulado “La pregunta imposible de contestar” (cf. http://catedrajudicial.blogspot.com/2015/11/la-pregunta-imposible-de-contestar.html), expresando mi opinión en el sentido que la pregunta hecha por el New York Times “Si pudieras volver al pasado y matar a Hitler cuando era bebé, ¿lo harías?”, era una pregunta imposible de contestar debido a que cuando Adolf era bebé, no había forma de saber que Hitler sería un genocida, de manera que quien o quienes cuidaron a Hitler cuando era un bebé hicieron lo justo, pues no podrían haber sabido quién sería y haría de adulto. Quienes cuidaron al niño Adolf no fueron responsables de algo.

Ahora escribo, con igual firmeza que lo que pretende Raphael Samuel – así se llama el hombre hindú – es imposible, es decir, no se le pudo pedir su consentimiento cuando él no existía, vale decir, cuando aún no era ni existía como tal. La existencia de Raphael Samuel cuenta desde que fue concebido, no antes, su existencia no es retroactiva a su concepción.
Los que existimos estamos en el mundo del ser, de cosas que nos preceden, quienes no existen no son, por tanto, no se les puede pedir aceptación o consentimiento alguno.

Al menos, de quienes sí fueron, porque nacieron o vivieron, podríamos afirmar que ellos – de vivir o ser aún – habrían hecho, dicho o hecho algo. Es por ello que existe, por ejemplo, la frase “magister dixit”.

El antinatalismo extremo sostiene que todos en la vida sufriremos el mal, razón por la que no debe traerse a la existencia a un ser; ese parece ser el punto de Raphael Samuel. Algunos antinatalistas sostienen que al determinar que no se nazca, propiamente, que no se engendre, no se causa mal a alguien, por el contrario, el mundo – como tal – ya no correrá peligro.

Entonces, o estamos con Pablo Neruda, o con Raphael Samuel. ¿Qué dilema?. El primero, todo formalito, pide permiso para nacer, incluso dice que quiere vivir otro tanto; el segundo, pretende algo de sus padres, sin derecho alguno y aunque reconoce que es feliz, considera que su existencia es inútil, y se le debió pedir el consentimiento para que, del no ser o no existir, pase al ser o al existir.

Una cosa es cierta, quienes procrean, los que biológicamente engendran, son los responsables de que alguien exista, pues ellos le dan el ser, y es éste ser ante quien son responsables, de brindarles las condiciones para que sean felices.

Esa responsabilidad no pasa porque los padres estén casados, aunque muchos piensen que es lo ideal, sino porque le brinden, al ser que engendraron, frente a toda circunstancia, todas las condiciones de bienestar material básico, como salud, vestido e instrucción y, sobre todo, en el plano afectivo, mucha educación y amor, de modo tal que al menos la ausencia de todo eso no sea la causa de una existencia infeliz.

Russell dice, al respecto, “Nuestros padres nos quieren porque somos sus hijos, y este es un hecho inalterable, así que con ellos nos sentimos más seguros que con cualquier otro. En épocas de éxito, ello puede carecer de importancia; pero en épocas de fracaso es un consuelo y una seguridad que no podemos encontrar en otra parte.”, pero también dice: “El niño a quien le falta, por cualquier razón, el cariño paterno, se hace tímido y reservado, desconfiado y miedoso, y sin aptitud alguna para explorar el mundo alegremente. Tal vez comience a meditar a una edad demasiado temprana sobre la vida, la muerte y el destino humano, y se haga reconcentrado y melancólico, y busque luego consuelo irreales en algún sistema de filosofía o teología.” (cf. La conquista de la felicidad. Espasa. Austral básicos. 2017. Págs. 147 y 165).

Quien es feliz lo es porque sus padres asumieron la responsabilidad ante quien, por su decisión es una realidad, es decir, ante quien es la persona a la que le dieron la existencia. De los padres depende, en gran medida, que los hijos no sientan y piensen que sus padres les deben, o exijan, a lo Condorito, una explicación del por qué le dieron existencia. Una pregunta así, por el contrario, será frecuente si los padres no les brindan a sus hijos lo mínimo para sentirse felices. La infelicidad en un ser, por tanto, es íntegramente responsabilidad de los padres.

Hubo una vez en Francia (https://elpais.com/diario/2000/11/18/sociedad/974502010_850215.html), un caso judicial en el que se ordenó pagar una compensación, a un hombre que nació minusválido, por el error que cometieron el médico y laboratorio de no informar, a los padres, que nacería con problemas graves de salud. De haberse informado a los padres de la existencia de dichas anomalías, según la noticia, los padres podrían haber interrumpido el embarazo. En esencia, son los padres quienes podrían pedir una indemnización por la ausencia de información o errada información de la que fueron pasibles, pues de haberla conocido habrían tomado la decisión de que su hijo no nazca en condiciones de minusvalía, lo que sin duda representaba para ellos un inmenso sufrimiento.

Nótese que los padres pidieron la compensación para su hijo, argumentando que ellos no contaron con la información pertinente para tomar la decisión de interrumpir el embarazo, lo cual hizo que su hijo sea infeliz desde su nacimiento, por su invalidez.

La diferencia con el caso de Raphael Samuel, que es una persona sana, es que en el caso judicial francés, el hombre ya existía y estaba condenado a la invalidez, ergo, solo a él le correspondería concluir que su vida era infeliz y solicitar la compensación que viere por conveniente. Si nos percatamos bien, en este caso, el hombre sí tendría el derecho de exigir una indemnización a sus padres, si acaso sabiendo ellos que su hijo nacería con problemas de salud, decidieron de todos modos tenerlo.

Pero, ¿Neruda, seguiría pidiendo permiso para nacer y expresaría su voluntad de vivir otro tanto, si hubiese tenido una existencia infeliz?. No lo creo. Hoy que sabemos todo lo que teorizó  Stephen Hawking, quien luego de nacer, y a los 22 años le diagnosticaron esclerosis lateral amiotrófica, la que progresivamente lo inmovilizó y postró en una silla de ruedas, no creo que sus padres tengan responsabilidad alguna en haberlo traído al mundo, y que sepamos, nunca dijo que fue infeliz.

El punto está en que si traemos a alguien del no ser al ser, le dotemos de afecto y amor, así como de lo mínimo de bienestar material, para que así ese ser pensante encuentre el sentido de su existencia, y asuma el bien en toda decisión que tome, evitando el mal y ejerciendo siempre la ética en su vida, es decir, vivir bien.