Fernando Murillo Flores
Pablo
Neruda escribió un poema titulado “Pido silencio”, en él, Neruda agradece el
amor y la existencia de las estaciones del año, afirmando que cambiaría la
primavera por la mirada de Matilde, y dice “Se
trata de que tanto he vivido que quiero vivir otro tanto”, terminando el
poema, de manera expresa: “Déjenme solo
con el día. Pido permiso para nacer”.
Los
medios nos trajeron la noticia que un hombre hindú tiene la intención de
demandar a sus padres por haberlo engendrado sin su consentimiento, dice que “quiere que la gente se dé cuenta que nació
sin consentimiento”, aun cuando reconoce “vivo feliz, pero la vida me parece inútil”.
Un
día escribí un artículo titulado “La
pregunta imposible de contestar” (cf. http://catedrajudicial.blogspot.com/2015/11/la-pregunta-imposible-de-contestar.html),
expresando mi opinión en el sentido que la pregunta hecha por el New York Times
“Si pudieras volver al pasado y matar a
Hitler cuando era bebé, ¿lo harías?”, era una pregunta imposible de
contestar debido a que cuando Adolf era bebé, no había forma de saber que
Hitler sería un genocida, de manera que quien o quienes cuidaron a Hitler
cuando era un bebé hicieron lo justo, pues no podrían haber sabido quién sería
y haría de adulto. Quienes cuidaron al niño Adolf no fueron responsables de
algo.
Ahora
escribo, con igual firmeza que lo que pretende Raphael Samuel – así se llama el
hombre hindú – es imposible, es decir, no se le pudo pedir su consentimiento
cuando él no existía, vale decir, cuando aún no era ni existía como tal. La
existencia de Raphael Samuel cuenta desde que fue concebido, no antes, su
existencia no es retroactiva a su concepción.
Los
que existimos estamos en el mundo del ser, de cosas que nos preceden, quienes
no existen no son, por tanto, no se les puede pedir aceptación o consentimiento
alguno.
Al
menos, de quienes sí fueron, porque nacieron o vivieron, podríamos afirmar que
ellos – de vivir o ser aún – habrían hecho, dicho o hecho algo. Es por ello que
existe, por ejemplo, la frase “magister dixit”.
El
antinatalismo extremo sostiene que todos en la vida sufriremos el mal, razón
por la que no debe traerse a la existencia a un ser; ese parece ser el punto de
Raphael Samuel. Algunos antinatalistas sostienen que al determinar que no se
nazca, propiamente, que no se engendre, no se causa mal a alguien, por el
contrario, el mundo – como tal – ya no correrá peligro.
Entonces,
o estamos con Pablo Neruda, o con Raphael Samuel. ¿Qué dilema?. El primero, todo
formalito, pide permiso para nacer, incluso dice que quiere vivir otro tanto;
el segundo, pretende algo de sus padres, sin derecho alguno y aunque reconoce
que es feliz, considera que su existencia es inútil, y se le debió pedir el
consentimiento para que, del no ser o no existir, pase al ser o al existir.
Una
cosa es cierta, quienes procrean, los que biológicamente engendran, son los
responsables de que alguien exista, pues ellos le dan el ser, y es éste ser
ante quien son responsables, de brindarles las condiciones para que sean
felices.
Esa
responsabilidad no pasa porque los padres estén casados, aunque muchos piensen
que es lo ideal, sino porque le brinden, al ser que engendraron, frente a toda
circunstancia, todas las condiciones de bienestar material básico, como salud,
vestido e instrucción y, sobre todo, en el plano afectivo, mucha educación y
amor, de modo tal que al menos la ausencia de todo eso no sea la causa de una
existencia infeliz.
Russell
dice, al respecto, “Nuestros padres nos
quieren porque somos sus hijos, y este es un hecho inalterable, así que con
ellos nos sentimos más seguros que con cualquier otro. En épocas de éxito, ello
puede carecer de importancia; pero en épocas de fracaso es un consuelo y una seguridad
que no podemos encontrar en otra parte.”, pero también dice: “El niño a quien le falta, por cualquier
razón, el cariño paterno, se hace tímido y reservado, desconfiado y miedoso, y
sin aptitud alguna para explorar el mundo alegremente. Tal vez comience a
meditar a una edad demasiado temprana sobre la vida, la muerte y el destino
humano, y se haga reconcentrado y melancólico, y busque luego consuelo irreales
en algún sistema de filosofía o teología.” (cf. La conquista de la
felicidad. Espasa. Austral básicos. 2017. Págs. 147 y 165).
Quien
es feliz lo es porque sus padres asumieron la responsabilidad ante quien, por su
decisión es una realidad, es decir, ante quien es la persona a la que le dieron
la existencia. De los padres depende, en gran medida, que los hijos no sientan
y piensen que sus padres les deben, o exijan, a lo Condorito, una explicación
del por qué le dieron existencia. Una pregunta así, por el contrario, será
frecuente si los padres no les brindan a sus hijos lo mínimo para sentirse
felices. La infelicidad en un ser, por tanto, es íntegramente responsabilidad
de los padres.
Hubo
una vez en Francia (https://elpais.com/diario/2000/11/18/sociedad/974502010_850215.html),
un caso judicial en el que se ordenó pagar una compensación, a un hombre que
nació minusválido, por el error que cometieron el médico y laboratorio de no
informar, a los padres, que nacería con problemas graves de salud. De haberse
informado a los padres de la existencia de dichas anomalías, según la noticia,
los padres podrían haber interrumpido el embarazo. En esencia, son los padres
quienes podrían pedir una indemnización por la ausencia de información o errada
información de la que fueron pasibles, pues de haberla conocido habrían tomado
la decisión de que su hijo no nazca en condiciones de minusvalía, lo que sin
duda representaba para ellos un inmenso sufrimiento.
Nótese
que los padres pidieron la compensación para su hijo, argumentando que ellos no
contaron con la información pertinente para tomar la decisión de interrumpir el
embarazo, lo cual hizo que su hijo sea infeliz desde su nacimiento, por su
invalidez.
La
diferencia con el caso de Raphael Samuel, que es una persona sana, es que en el
caso judicial francés, el hombre ya existía y estaba condenado a la invalidez,
ergo, solo a él le correspondería concluir que su vida era infeliz y solicitar
la compensación que viere por conveniente. Si nos percatamos bien, en este
caso, el hombre sí tendría el derecho de exigir una indemnización a sus padres,
si acaso sabiendo ellos que su hijo nacería con problemas de salud, decidieron
de todos modos tenerlo.
Pero,
¿Neruda, seguiría pidiendo permiso para nacer y expresaría su voluntad de vivir
otro tanto, si hubiese tenido una existencia infeliz?. No lo creo. Hoy que
sabemos todo lo que teorizó Stephen
Hawking, quien luego de nacer, y a los 22 años le diagnosticaron esclerosis
lateral amiotrófica, la que progresivamente lo inmovilizó y postró en una silla
de ruedas, no creo que sus padres tengan responsabilidad alguna en haberlo
traído al mundo, y que sepamos, nunca dijo que fue infeliz.
El
punto está en que si traemos a alguien del no ser al ser, le dotemos de afecto
y amor, así como de lo mínimo de bienestar material, para que así ese ser
pensante encuentre el sentido de su existencia, y asuma el bien en toda
decisión que tome, evitando el mal y ejerciendo siempre la ética en su vida, es
decir, vivir bien.