Fernando
Murillo Flores
Felizmente,
para mí, la Navidad está fuertemente vinculada al Santurantikuy. En mi hogar
cuzqueño siempre vi y viví el ritual de atar el nacimiento con elementos
propios que se compraban en la Plaza de Armas: pastitos, paja, piedritas,
conchitas, salvajina, palitos, etc., para finalmente poner esas figuras propias
de los artesanos cuzqueños, que rodeaban el pesebre con las imágenes de José y
María, la vaca y el burro, con una ausencia que finalmente desaparecería la
noche del 24 cuando se colocaba al niño. Luego de la bajada de Reyes (6 de
enero), el nacimiento debía ser desatado.
Era de
siempre ver cómo desfilaban por mi casa de San Andrés, parientes y amigos que
venían a ver el nacimiento y siempre escuchar en los diálogos unas preguntas
obligadas ¿fuiste al Santurantikuy?, ¿cómo te pareció?, y las respuestas más
que obvias siempre terminaban luego de opinar sobre aquello que gustó o no
gustó en el Santurantikuy, pero sin duda esta tradición y costumbre era el
centro de la navidad cuzqueña.
Cuando era
niño recuerdo haber ido al Santurantikuy de la mano de Elena, mi madre, cada 24
de diciembre por la mañana, para ver las imágenes de los nacimientos, de los
pastorcitos, de la sagrada familia, de los ángeles, los padres eternos. También
recuerdo cómo al frente de la Compañía de Jesús familias de campesinos traían
una serie de elementos naturales para el nacimiento que sí o sí comprábamos
para terminar de dar algún detalle al nacimiento del año.
El
Santurantikuy representa para mí una costumbre que, año tras año, mi familia
fue cuidando con su presencia y participación, como de seguro lo hicieron
cientos de familias cuzqueñas; es una fecha en la que los artesanos cuzqueños
muestran su arte con sentido religioso y popular, que tiene como eje temático
el nacimiento de Jesús y la representación de cómo fue este advenimiento en
Belén, pero con una propia identidad de imaginación.
La UNESCO,
al aprobar la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural
Inmaterial, definió el Patrimonio Cultural Inmaterial en los siguientes
términos: “Se entiende por “patrimonio
cultural inmaterial” los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y
técnicas -junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales
que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los
individuos reconozcan como parte integrante de su patrimonio cultural. Este
patrimonio cultural inmaterial, que se transmite de generación en generación,
es recreado constantemente por las comunidades y grupos en función de su
entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un
sentimiento de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto
de la diversidad cultural y la creatividad humana. A los efectos de la presente
Convención, se tendrá en cuenta únicamente el patrimonio cultural inmaterial
que sea compatible con los instrumentos internacionales de derechos humanos
existentes y con los imperativos de respeto mutuo entre comunidades, grupos e
individuos y de desarrollo sostenible.”
Qué
duda cabe que el Santurantikuy es parte del Patrimonio Cultural Inmaterial del
Cuzco, pues cumple con todas las características de la definición trascrita.
Estas líneas son un testimonio del Santurantikuy desde la perspectiva de un
niño cuzqueño de 50 años; si alguien quiere leer un estudio sobre esta
tradición y costumbre, les recomiendo “El Santurantikuy. Ayer, Hoy y Mañana.
Cambio permanente y posibilidades. Estudio histórico – etnológico” del
Historiador Martín Romero Pacheco, con el apoyo de investigación integrado por
Carlos Rado Yáñez, Yony Dueñas Castillo y Carmen Bedia Quispe.
El
Cuzco es una ciudad histórica, en sus espacios alberga tradiciones y costumbres
vivas, en ella aún se pueden ver como la cultura andina libra, desde su
identidad, resistencia y logra cierta continuidad a través del tiempo. Por eso
mismo el Cuzco batalla diariamente ante el fuerte influjo del turismo que, como
tal, no es nada malo pero para que siga siendo el atractivo que es como ciudad
histórica, debemos preservar esos espacios, sus tradiciones y costumbres.
El
Santurantikuy es una de esas costumbres y tradiciones cuzqueñas que se dan en
uno de los espacios más importantes de su identidad física: la Plaza de Armas
y, como tal, es una que se repite año tras año y siempre un 24 de diciembre.
Preservar
el Santurantikuy implica respetar siempre su identidad, su espacio y su tiempo.
No cabe hacerlo de otra forma, en otro espacio y en otra fecha o fechas. El
Santurantikuy es, únicamente, cada 24 de diciembre y en la Plaza de Armas;
cuidemos esa tradición frente a intentos de introducir desde el poder sin
autoridad, cambios bruscos y no propios de su misma evolución. Es muy penoso ver
como soterradamente el año pasado, las autoridades permitieron – sin
publicitarlo – que en la Plaza de Armas, el 23 de diciembre, se instale una
previa feria al Santurantikuy del 24 de diciembre, pretendiendo – espero no se
logre – introducir una abrupta modificación a la tradición y costumbre,
haciendo que pierda su identidad. Si seguimos así terminaremos haciendo un
martes santo, para que el Taytacha también salga el martes de semana santa o,
de pronto trasladar, del miércoles, la entrada de Corpus Christi, al día
jueves, para así hacer que el viernes sea la procesión y lo empalmemos con el
sábado.
Actualmente
sigo yendo al Santurantikuy sólo el 24 de diciembre, sé que muchas cosas se han
ido perdiendo y otras han ido cambiando. Javier, Franco y Sofía son aquellos
niños cuzqueños que llevé al Santurantikuy, como lo hizo mi madre conmigo;
lograron ver los silbatos de metal que llenos de agua asemejaban el cantar de
un pajarito; siempre se compran un hombrecito de madera que al ajustar los
palitos paralelos que lo sostienen hacen mil piruetas; vieron los camiones de
madera en los que de vez en cuando se lograba ver a los niños empujándolos;
saben lo que es comprar pastitos, piedrecitas, pajitas, figuritas, pastorcitos,
nacimientos pequeñitos, para ponerlos en el nacimiento en la noche del 24 de
diciembre.
Saben
lo que es ir dando vueltas por la Plaza de Armas y encontrarse con el tío Jorge
y la tía Yemira, con sus tíos, sus primos, sus amigos, nuestros amigos… todo
esto gracias a ese espacio maravilloso que es la Plaza de Armas del Cuzco y de
ese Santurantikuy que nació en algún momento de nuestra historia en ese mismo
espacio, generando una costumbre y tradición que debemos continuar cuidando en su
esencia e identidad, lo cual empieza por entender que sólo puede darse un 24 de
diciembre de cada uno de nuestros años cuzqueños.