La noticia decía: “Milan Piqué Mebarak, el hijo
alumbrado anoche por la cantante colombiana Shakira en una clínica de Barcelona
(noreste de España), ya es socio del F.C. Barcelona, equipo en el que juega su
padre, el defensa Gerard Piqué”,
la noticia sigue: “El ex directivo del FC Barcelona Amador
Bernabéu, abuelo de Piqué, ha hecho este miércoles al bebé socio de la entidad
catalana, con el número 171.761.”
Me pregunto ¿y si a Milan Piqué Mebarak no le
gustara el fútbol? o ¿prefiriese ser hincha del Real Madrid?, ¿qué hará el
pobre Milan?, ¿seguir la tradición?, ¿así porque sí, nada más?
Muchas veces he
visto a jóvenes parejas ataviadas con la camiseta de tal o cual equipo y el
bebe que llevan consigo vistiendo la misma camiseta o, lo que es peor, el padre
con la camiseta de un equipo, la madre con la de otro equipo y el bebe con una
camiseta mitad de un equipo y mitad del otro equipo, luego no se quejen cuando
elija otro equipo o se quede al medio.
Mucho más doloroso
es ver a un niño vestido de militar con un arma de juguete y desfilando sin
tener noción de lo que es la patria o
saber que hay otras formas de amarla y defenderla día a día; o ver a otro niño repitiendo
frases que no entiende y que lo convertirán en un fanático al no poder
cuestionar las ideas impuestas; o ver a otro niño siendo tatuado en el brazo con
números cabalísticos y llorando, o ver a otra niña sometida a cirugía plástica
para corregir sus orejas.
Particularmente pienso que cada uno es libre de hacer con sus cosas lo
que le venga en gana, incluso con su vida; pero no creo que uno pueda hacer con
sus hijos lo que le venga en gana, lo que implica su vida y, sobre todo, con su
libertad, restándoles uno de los aspectos más preciados de ella: su libertad de
elegir que en esencia es un valor.
Incluso creo que los hijos deberían tener el derecho, sin dar
explicación alguna, de poder cambiarse el nombre al momento de cumplir su
mayoría de edad, pues hay cada nombre que uno escucha o lee por allí, que van desde
los absurdos hasta los extranjeros mal escritos, que realmente son un estigma
de por vida.
Savater dice: “Ser libre significa que tienes la posibilidad de escoger
entre distintas posibilidades, en decidir lo que quiero intentar entre el
abanico de actividades propias de los humanos”[1] Estoy
de acuerdo así como lo que el filósofo le hace decir a uno de sus personajes en
Los invitados de la Princesa[2]: “Yo creo que uno de los primeros objetivos de
la educación escolar debe ser proteger a los hijos de la influencia de sus
padres. O por lo menos ofrecerles alternativas razonables.”
Jean Paul Sartre dijo que “el hombre está condenado a ser libre” y en
verdad no existe otra forma de vivir que no sea en un estado de libertad,
respetando la libertad del otro y de los otros. No debemos hacer que un niño
esté libre de esa condena dolorosa que implica el ser libre. Muchas veces, como
sostiene Erich Fromm, tenemos miedo a la libertad, a ejercerla y ello es porque
cada vez estamos más uniformizados, más masificados, entonces, la
individualidad se sumerge en el olvido y nuestra esencia humana traducida en la
capacidad de pensar, de cuestionar, de razonas esta cada vez más sumergida.
El cerebro y el espíritu de un niño están en blanco, son en esencia una
tabula rasa en la que no debemos escribir absolutamente nada que no sean las
pautas para discernir entre el bien y el mal, lo necesario para asumir con
valentía y a cualquier precio el deber, el respeto por los derechos del otro, el
pedir por favor, el ser agradecidos, el buen comportamiento, los buenos
modales, la capacidad de indignarse ante la injusticia, lo que implica inculcar
ser justos e identificar la injusticia y luchar militantemente contra ella
(siempre). En suma al niño se le debe enseñar la ética, es decir, el vivir
bien, tomando las decisiones más justas para lograr el bien.
Hago una oración porque cada niño pueda escribir, como lo hizo nuestro
cantautor Gian Marco una canción que llamó “Retrato” y en cuyas letras dice: “Tengo en un libro las palabras de
mi madre, y en el recuerdo de mi padre una oración. Me dieron tantas cosas
buenas, me dieron alas y mil
pruebas. Me enseñaron siempre a pedir por favor (…) Hoy se desnudan sin temor
mis alegrías. Y mis tristezas las
descubro sin pudor. Hoy sigo siendo el amo y dueño de mis historias y mis sueños”.
Ojala, entonces, que cada niño pueda recitar los versos de William
Ernest Henley y decir en cada momento de su vida: “soy el amo de mi destino: soy el capitán de mi alma.” Ojala.