Querida Sofía:
No te asustes porque tu padre te envíe un memorándum, y encima de manera pública, pero debo decirte que sólo la mediocre cultura organizacional peruana utiliza el memorándum, desnaturalizando el honor de este documento, generalmente para sancionar a alguien o recordarle que si no hace algo lo sancionan y, para colmo de males incluso los jefes suelen decirle al destinatario del memorándum que se lo redacte él mismo y con copia a su file; cuando ninguna de esas connotaciones se deriva del significado de la palabra memorándum.
Bueno, dejemos de lado ese rollo y quiero decirte que hace un buen tiempo tomé debida nota de tu conciencia de la vejez ¿recuerdas cuándo fue?, te lo recuerdo, fue cuando tu madre me pidió que te saque de la tina, te puse la batita y ella, cual turbante de esos tipos que pueblan las mil y una noches entre Bagdad y Basora, te envolvió la toalla en la cabeza, fue allí cuando me dijiste ¡¡mira papi, mis deditos están viejecitos…!! sí, en efecto, las yemitas de tus dedos estaban como pasitas todas arrugadas y tus huellitas digitales se habían acentuado. Como muchas cosas se aprenden por relación, tú relacionaste – en tu proceso de aprendizaje – las arrugas de los ancianos con lo arrugadas que estaban las yemitas de tus deditos luego de haber estado un buen tiempo en la tina jugando el agua mientras te bañabas. ¿Ves Sofía que un memorándum es para recordar cosas buenas e importantes?, de modo que este no será el primero ni el último que recibas de tu padre.
Pero tú te preguntarás ¿papi y a que viene este rollo de la vejez?, bueno, te lo explico, sabes que muchos de los cuentos que te he leído empiezan con esa frasecilla “Había una vez…” o “Hubo una vez…”, pero lo que te contaré no es uno de esos cuentos con los que Sherezade salva imaginativamente el cogote distrayendo al Rey Shahriar, sino que es una historia que trajeron los medios de comunicación.
Aracely Díaz tiene ocho años, Sofía, pero cada uno de sus años, debido a una enfermedad que padece de nacimiento, equivalen a ocho o diez años, de modo que hoy tiene, biológicamente hablando, 80 años, aunque su edad mental es de la niña de ocho años. La noticia informa que el mal que padece se llama progeria y que las personas que sufren ese mal viven entre 10 y 19 años y conforme van envejeciendo reciben tratamiento médico para las enfermedades que empiezan a sufrir “con la edad”.
En uno de esos libros que tu padre lee y relee hay una frase que dice: “la certidumbre personal de la muerte nos humaniza, es decir nos convierte en verdaderos humanos mortales (…) Al morir, cada cual es definitivamente él mismo y nadie más. Lo mismo que al nacer traemos al mundo lo que nunca antes había sido, al morir nos llevamos lo que nunca volverá a ser” (Savater, Fernando, Las preguntas de la vida, Ariel, 1999, pp. 31, 35) y mi tocayo cuenta en ese mismo libro que él tomo conciencia de la muerte más o menos a los 10 años y de la siguiente forma “De pronto me senté a oscuras en la cama: ¡yo también iba a morirme!, ¡era lo que me tocaba, lo que irremediablemente me correspondía!, ¡no había escapatoria!”
Te cuento que cuando mi madre, tu abuelita Elena, me dijo que mi padre había muerto, yo tenía 9 años y no comprendí la dimensión de la noticia, tal como entiendo la muerte hoy en día, no creo que tu tomes conciencia de la muerte tampoco a la edad que tienes, por eso este memorándum, pero sabes, esa niña sólo mayor que tú – mentalmente hablando – en tres años pues tiene ocho, aún no creo que sepa que va a morir tal y como lo sabe un adulto, es decir, si no tiene conciencia de la vida, o mejor dicho no tuvo tiempo para ello, mucho menos la tendrá de la muerte.
Es obvio que cuando muera – como dice ese molestoso de Savater – se llevará con ella lo que nunca volverá a ser, pues además su caso es de uno en ocho millones de posibilidades, pero, ¿tú crees que esa niña tenga tiempo para ser lo que nunca fue?, pues la idea que nosotros tenemos de ella no es lo que realmente ella es o pudo ser si hubiese tenido la vida por delante.
Me explico Sofía, cuando una persona es sana tiene una expectativa de vida u horizonte de vida, tiene tiempo de educarse, instruirse y vivir la vida de manera plena, incluso planificando su vida, siempre y cuando se pueda, claro está, salvo que por allí pase la parca que a veces maneja distraída o sencillamente ebria, toda ella como siempre, la atropella cual combi asesina y termina con los planes y lo que nunca fue.
Si como dice Savater cuando uno nace trae consigo lo que nunca fue, para poder llevarse consigo lo que nunca volverá a ser, debe tener ese alguien la oportunidad de ser, pero ello se da en ese plazo que llamamos vida.
Si te das cuenta, tus padres contamos con tu tiempo para educarte, enseñarte e instruirte en lo mínimo indispensable para vivir en nuestra sociedad, te enseñaremos como es que pinta esta sociedad pegajosa para que puedas utilizar el disolvente que quieras, sin renunciar – claro está – a los principios sin los que podríamos volver – como a veces parece – a la barbarie.
Estuve anoche cuidando en el hospital a Elena, mi madre y tu abuela paterna, ella tiene más de ochenta años y el cuerpo cansado, como ya lo viste en su casa al darle un besito en su arrugado rostro e incluso le acariciaste el cabellito blanco, ella está mal por eso de que es una velita – como te dije – que aún de una manera cansada alumbra; pero ¿sabes? Sofia, en esos momentos pensé en esa niña de ocho años y de ochenta a su vez, que es apenas mayor que tú en tres años de los cinco que tienes, y tiene el mismo cansancio corporal que tu abuelita… ella y esa niña, Sofia, están arrugaditas como las yemitas de tus dedos luego de tu baño.
Pero la diferencia Sofía es que tu abuelita vivió bien, alumbró intensamente, ella era muy alegre Sofía, el tiempo le fue suficiente para ser quien nunca fue, ella se llevará lo que nunca volverá a ser y de lo que yo debo dar testimonio ante ti, en tus venitas corre la sangre que ella nos dio, si bien llegaste un poco tarde a su plenitud, nunca será tarde para ver cuánto es que de ella tengo en cada cosa que te enseño, pues ella fue educadora de cientos de personas que en algún momento te dirán – tu abuelita me enseño, - o le enseñó a mi madre, - o, de repente, a mi hermana.
A su tiempo entenderás de la muerte, tendrás tiempo para ello, pero una niña de ocho años cuya edad mental responde a esa edad y es casi como la tuya, cómo entenderá lo que para un anciano es fácil por la resignación; cómo habrá entendido su ceguera, su artrosis… ¿no crees Sofía que eso es no tener, paradójicamente, la oportunidad de ser?, tú crees que habría sido posible hacerle vivir y saber lo que aprendemos en cinco o seis décadas de vida en sólo ocho años, sin contar aquellos en los que de seguro fue niña.
Hoy día estuviste en tus clases de piano, te tomas tu tiempo para aprender, tienes todo el tiempo por delante, puedes jugar con el tiempo y en el tiempo, tendrás el tiempo de tocar Für Elise de Bethoven que muy bien te gusta y me encanta; espero que el tiempo no juegue conmigo y la parca ande distraída y borracha en otro lado del orbe, y así me pueda sentar a observarte; verte sentada en el taburete; elevar tus manos como mariposas y tus brazos caer como soga, tal cual te lo enseña la Profesora Lisa, y sobre el teclado blanco y negro de un lindo piano, escuchar lo que en el tiempo tuviste la oportunidad aprender y de ser, sabiendo que hay muchos que como esa niña de 8 años en un cuerpo de una mujer de 80 años no tuvo la oportunidad de ser.
Sofía, vive la vida de manera intensa y sabia, ya eres quien nunca fue y por eso única e irreductible, ahora debes ser quien nunca volverá a ser, tienes el tiempo – tú tiempo – para lograrlo, tu vida, nuestra vida, debe ser un homenaje a quienes no tienen tiempo de ser, como esa niña de ocho y ochenta años. Tic tac, tic tac, tic tac…
Ah… una cosa más, querida Sofía, siempre debes decir la verdad. Sin embargo, igual de importante es siempre bueno e importante recordarte que no hables con extraños, así sea ese extraño la esposa de un presidente de un país importante, sino mira lo que le pasó a la familia de Daysi Cueva Juica, pues esta niña le dijo a la esposa de Obama, que su madre no tenía papeles en el país de la libertad y del american dream. Ahora ni ella ni su familia son habidos. Cuida de no hablar con extraños ¿sí?