Recuerdo que en la universidad tenía un compañero que se preciaba de ser de Pitumarca, o al menos de haber vivido allí y tener sus propiedades; cuando le preguntábamos camino a dónde era Pitumarca, él con orgullo decía “por Pitumarca no se pasa, a Pitumarca se llega”. Creo que un cuzqueño puede decir lo mismo de esa joya histórica y natural que es Machu Picchu, “por Machu Picchu no se pasa, a Machu Picchu se llega”. Siento que Machu Picchu es un santuario, un lugar sagrado que como tal y en su origen y concepción inka era un destino, un lugar al que se llegaba y se llega sin poder ir más allá.
Ahora que Machu Picchu es una maravilla moderna y así declarada, era natural que se acentuase aún más su condición de destino turístico al que personas de todo el mundo quisieran llegar para contemplar ese maravilloso ensamble cultural en un sitio de belleza natural incontrastable. Definitivamente, a Machu Picchu se llega como destino final.
Luego de un año de trabajo, solucionando o mejor dicho, tratando de solucionar problemas ajenos, me di tiempo para colgar unos cuadros y arreglar una gotera en casa para así poder viajar tranquilo de vacaciones. Son las 7:30 de la mañana del 3 febrero de 2008, estoy en el aeropuerto de Cuzco, al que no voy muy seguido, a punto de tomar mi vuelo para Lima, y me doy cuenta que no hay el movimiento usual de turistas; no están los buses de las empresas operadoras de turismo, entonces tomo conciencia del efecto del aislamiento en el que la naturaleza ha sumido a Machu Picchu, luego de varios días de intensa lluvia que ha dañado la vía férrea por la que se llega a esa gran ciudadela Inka.
Cuando uno salía a pasear por el centro histórico de Cuzco ve realmente la presencia de turistas, caminando en grupos, subiendo y bajando de los buses que los llevan de un lugar a otro, paseando por parejas o pequeños grupos ingresando a tiendas y restaurantes; los sábados y domingos los turistas invadían la plaza de armas y le daban un colorido especial, allí están quienes les ofrecen souvenirs, tours y porque no lustrarles los zapatos.
Una lluvia intensa sobre el Cuzco hizo incrementar el caudal de río Vilcanota que discurre por todo el Valle Sagrado de los Incas, así, este río, al ingresar hacia la localidad de Aguas Calientes, luego de Ollantaytambo, llegó con tal fuerza que dejó estropeado muchos trechos de la línea férrea por la que llegaba el turista al destino Machu Picchu.
Este evento de la naturaleza dejo aislado a Machu Picchu y Aguas Calientes, el efecto inmediato fue que más o menos 4,000 turistas quedaron literalmente varados sin poder salir hacia Cuzco, con la consiguiente falta de alimento, agua y servicios. El dinero en efectivo dejó de salir de los cajeros, el precio de la comida y el agua subió (a río revuelto ganancia de pescadores), la desesperación empezó a hacer presa fácil a las personas que tenía la urgencia de salir de Machu Picchu para continuar su periplo. El Gobierno tuvo que hacer un puente aéreo impresionante con helicópteros para evacuar a los turistas y llevar alimentos y agua. En fin, una situación de emergencia sin precedentes.
La afluencia de turistas a Machu Picchu se ha detenido, ha quedado suspendida; dicen que restablecer la línea férrea tomará como unos dos meses, otro tiempo similar será aquél que se tome en restablecer lo más difícil, la confianza del turista en que si vuelve a suceder lo que sucedió tendrá la garantía de que no le pase nada y, si acaso ello sucede, no quedar aislado y tener que ser virtualmente “rescatado”, tal y como se informó a nivel mundial sobre la actividad que el gobierno tuvo que desplegar para evacuar de Aguas Calientes a los más de 3000 turistas que quedaron aislados en su destino, mediante vuelos constantes de helicópteros.
El Cuzco ahora está sin la presencia de turistas, esa afluencia continua de ciudadanos del mundo con destino a Machu Picchu y de paso por el Cuzco se ha detenido. Sin duda, el impacto en la economía cuzqueña que vive del turismo es muy grave, como grave es la pérdida de ganancias de esas empresas no cuzqueñas que explotan el turismo y dan trabajo a cuzqueños. De una manera u otra todos pierden.
¿Que ha quedado luego de esta lección de la naturaleza?
Lo primero, que ante un embate de la naturaleza, el pueblo de Aguas Calientes puede ser borrada del mapa. No sé cuanto se atienda a esta lección, lo más seguro es que la actividad continúe allí como hasta ahora, sólo que la historia se repetirá en el futuro y no sé – no estoy seguro – si se evacuarán turistas o cadáveres. Alguien dijo, con orgullo, “las ciudadelas inkas no han sufrido daño alguno”, claro y obvio, es que lo Inkas no fueron tan negligentes para construir Machu Picchu, por ejemplo, abajo donde esta Aguas Calientes, sino que ellos construyeron esa Llaqta Inka arriba pues sabían guardar respeto por la naturaleza, lo mismo puede decirse de Ollantaytambo, de Pisaq y el mismo Saqsayhuamán.
Lo segundo, la demostración de cuán frágil era y es el sistema de explotación del recurso turístico denominado “Machu Picchu”, pues si la primera lección se asume como verdadera, se ve que tantas empresotas de renombre nacional y mundial, no tienen un plan que afronte la contingencia latente que la naturaleza representa para sus clientes y huéspedes, pues el golpe de la naturaleza podría haber sido mayor. Tal vez sea el tiempo de pensar que Aguas Calientes debiera ser sólo una eficiente estación de tránsito y nada más, tal y conforme lo fue en el pasado.
Lo tercero, que gran parte de la economía cuzqueña depende del turismo y éste en particular de Machu Picchu; si más de dos meses tomará restablecer la confianza en ir a ese destino, no cabe duda que muchas pequeñas y medianas empresas de servicios turísticos se vendrán abajo, como siempre la cuerda se romperá por el lado más débil: los trabajadores, llámense estos guías, porteadores y empleados de planta. Resulta obvio que las pequeñas empresas no tendrán un respaldo económico suficiente para poder soportar sus planillas, pero ¿qué hay de aquellas cuyos nombres son rimbombantes? Si no pueden soportar dos o tres meses sin la actividad económica a la que estaban dedicadas, quiere decir que sólo explotan el turismo a tajo abierto, sin previsión alguna y así como le piden al trabajador su esfuerzo y dedicación en épocas de bonanza, no es justo que ahora se la devuelvan a los trabajadores?
Será el tiempo de ver aquellos restaurantes que menosprecian a los cuzqueños, sus precios los excluyen de su ámbito de sus servicios, para poner sus precios a su alcance y, así, hasta que vuelvan los gringos, soportar el momento con los mestizos y cobrizos. ¿Será posible una campaña así?. Total, cuando vengan nuevamente los gringos todo seguirá igual, al menos por un tiempo y como parte de una economía de sobrevivencia esos lujosos restaurantes deben mirar al Cuzco y a los cuzqueños. Es curioso, pero estos negocios pensados en gringo ¿podrán algún día pensar en cholo?, al menos para pasar el mal momento.
No sé por qué, pero siento que ahora Machu Picchu se está tomando, gracias a la madre naturaleza, un pequeño descanso, un pequeño respiro… de tanta presión y volumen de visitantes sin control alguno. Creo que en la Plaza de Armas del Cuzco – al menos por un tiempo breve – se hablará sólo castellano. No sé porque pero pienso que de este embate de la naturaleza debemos sacar varias lecciones y que la más importante es explotar Machu Picchu de la forma más consciente y racional posible ah… y sin olvidar al Cuzco y a los cuzqueños.
miércoles, 10 de febrero de 2010
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