(cuento)
Llevaban cuatro
años de casados, ambos eran profesionales, hicieron bien en posponer la decisión
de tener un hijo, se concentraron en la compra del departamento, mediante una
hipoteca que proyectaron pagar en quince años, también habían comprado un auto
para su comodidad, era un sedán, para viajes y llevar, cuando fuese necesario,
las cosas del bebé, pensaron.
Ambos provenían
de familias conservadoras que se caracterizaban por su capacidad de
planificación, en realidad, acomodadas, lo que hacía necesario tomar las
decisiones necesarias para preservar lo conseguido a fuerza de trabajo. El joven
matrimonio iba en esa línea, todo estaba planeado.
Se acostaron
temprano en su cama king, era un regalo de los padrinos de ella, durmieron
plácidamente, pues toda su vida matrimonial, con perspectiva de familia, estaba
toda planeada. Se habían prometido apagar sus celulares y cargarlos por la
noche, sería una buena práctica conyugal. Por la mañana, cuando ella aún dormía,
él tomó su móvil, lo prendió y de pronto leyó la noticia: “El meteorito 2024 YR4
de 40 a 90 metros de ancho, impactará en la tierra en diciembre del año 2032, a
una velocidad de 60,000 kilómetros de hora, con una fuerza destructora equivalente
a muchas bombas atómicas”; antes de despertarla con la noticia, recordó las
películas Impacto profundo y Armagedon, también que había visto a
sus sobrinos jugar con unos pequeños animalitos jurásicos de plástico.
-¡Amor!, ¡amor!,
le dijo, sacudiéndola para que despierte.
-¿Qué pasa
vida?
Ambos
leyeron la noticia y buscaron más información en sus celulares, no era fake news,
era real, la tierra sería el blanco de un proyectil de viaje interestelar. Se
miraron a los ojos, había surgido entre ellos un tema a tratar en su proyecto
de vida feliz, su hijo, si deciden tenerlo, tendrá, el 2032, unos seis años.